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ANA LUNA ALONSO–IDENTIDAD CULTURAL Y TRADUCCIÓN LITERARIA
2.1. ¿POR QUÉ PRECISAMENTE ESTA PEQUEÑA EPOPEYA?
Así pues, creo que las argumentaciones de Harguindey a lo largo de la
introducción a favor de esta relación entre V. Hugo y Galicia no son fruto del azar, como
tampoco lo es el hecho de haber escogido esta obra. Aunque en Galicia la selección de las
obras que se traducen siga siendo el fruto de una decisión personal por parte del
versionador que hace la propuesta a un editor, dada la ausencia de programación por
parte de las instituciones que están encargadas de la planificación lingüística, creo que la
selección de un texto para ser traducido nunca es fruto de una decisión casual y mucho
menos en el caso de nuestra comunidad autónoma al menos en un alto porcentaje de
obras que se traducen.
El traductor, en tanto que mediador cultural, puede condicionar la lectura del
texto. La imagen que el lector crea del otro, la función que el texto traducido adquiere en
el nuevo sistema, los complejos o prejuicios, las ideologías, los presupuestos culturales
propios, etc., desempeñan una determinada función en el acto de recepción, que puede
tener y tiene consecuencias en el sistema de llegada.
Siguiendo las afirmaciones de G. Toury (recogidas en un número especial de
Poetics Today, editadas por él mismo y por Even-Zohar en 1981) el texto final es el
resultado de una serie de estrategias textuales (y no sólo lingüísticas) que tienen que ver
con las tradiciones respectivas, literarias o no, pasadas o presentes (diacrónicas o
sincrónicas) y sobre todo, con aquello que resulta realmente aceptable en la cultura de
destino, que han posibilitado la recepción de ese texto, desde el acceso inicial del
traductor al original, hasta la lectura del texto ya traducido. El concepto de normas parte
del contexto ideológico de un momento histórico.
El conocimiento de las estructuras que conforman una sociedad, afirma Ovidi
Carbonell (1999: 191), tanto literarias y artísticas como ideológicas y socioeconómicas –
esto es, los códigos culturales – posibilita conocer la obra original y el proceso de su
traducción; pero no se puede dejar de lado un elemento fundamental, la cultura receptora.
Es preciso tener una idea lo más clara posible de la situación de la cultura de destino.
Cuando el editor decide publicar este libro en versión bilingüe, precedido de una
portada que representa el dibujo de un Santiago de Compostela imaginado por V. Hugo, y
cuando el traductor traduce esta pequeña obra en particular, sabe que el texto va a ser
leído en función de una serie de actitudes que conforman el sistema literario gallego en la
actualidad, y aunque las actitudes frente a la literatura que procede de otros espacios y de
otra época han ido cambiando en estos últimos años, todavía existen elementos que
permanecen en las expectativas creadas en los lectores gallegos, que esperan confirmar y
consolidar los espacios comunes entre nuestra cultura y la ajena, aunque a veces sea a
través de ciertos mitos que, por otra parte, también conforman nuestra historia.
En cualquier caso, lo que he querido mostrar aquí, es que el texto que introduce la
traducción revela esta intención y si se tienen en cuenta estos textos como textos que
presentan y dan a conocer una obra extranjera, en nuestro caso, quizás no sea muy
equivocado decir que condicionan en buen grado la lectura.
Así como el lector francés contemporáneo tiene una visión muy diferente en su
lectura de V. Hugo, y de esta obra en concreto, que no aparece aislada de la trilogía que
compone La Légende, de la que tenían o pudieron tener sus compatriotas de mediados de
siglo pasado, un lector gallego contemporáneo tendrá una visión “mediatizada” de la obra,
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