últimas corrientes teóricas en los estudios de traducción - Gredos ...

CARLOS FORTEA–LOS MOTIVOS DEL TRADUCTOR
cultural idearon versiones exotizantes, que recogían el toque lujurioso procedente,
asómbrense ustedes, de Occidente.
Por supuesto, nosotros podríamos despachar el asunto desde una perspectiva
formal y científica simplemente rechazando el trabajo de aquellos traductores:
estableciendo que, sencillamente, hicieron mal su trabajo, entendiendo como complicados
giros lo que eran sencillas expresiones coloquiales, confundiendo un idioma en sí mismo
metafórico con el empleo de metáforas. Podríamos decir que causaron en el lector de
destino un efecto diametralmente opuesto al que el texto origen causaba en el lector de
origen.
Y sin embargo, eso no resulta tan fácil. Hay nuevas traducciones de Las mil y una
noches que se atienen a ese canon correcto, eliminan las metáforas innecesarias y…
producen como resultado un texto bastante más triste que el aportado por nuestros
colegas del siglo XIX. Los fantásticos cuentos se acercan mucho más a la condición de
cuentos populares compartida por otras muchas culturas, perdiendo su fundamental
carácter exótico. Es decir, perdiendo la parte de apropiación que había movido al
traductor.
Tranquilos: tampoco pretendo resucitar aquí el debate del exotismo en traducción.
Sólo traigo el ejemplo como ilustración de un problema mucho más cotidiano, un
problema que no se encuentra sólo el traductor del texto oriental, sino el de cualquier
texto de cualquier cultura, por próxima que se encuentre a la suya: el problema de la
extensión del propio idioma a cuenta de recursos de otra lengua, de la captación, del robo,
de recursos ajenos.
Decíamos antes que la traducción no crea una innovación intelectual, sino una
innovación lingüística: en los márgenes de esa nueva creación está todo aquello que atrae
la codicia del traductor. Todo aquello que puede cambiar sin hacer traición alguna al
texto original, pero sí, quizá, a la lengua término. Cuando Cortázar añade un adjetivo, es
probablemente porque tiene la sensación de que el sustantivo español no expresa todo lo
que expresa el sustantivo francés, y cuando el traductor de Las mil y una noches exotiza el
texto es porque, probablemente, no puede conseguir de otra manera transmitir el impacto
que le ha hecho a él, ese impacto que le ha llevado al deseo de la apropiación.
Esto es algo a lo que el traductor literario se enfrenta todos los días. Y cuando
más cuesta decidir no es en los casos más extraños y complicados, sino precisamente en
los más sencillos. En aquellas ocasiones, por ejemplo, en que una expresión muy común
tiene en la lengua origen resonancias expresivas que se pierden por entero en la lengua de
destino.
Parecidas cuestiones se plantean al abordar la también muy compleja, pero poco
tratada problemática de la retraducción. Es un hecho indiscutible, sobre el que no hace
falta argumentar, que se retraducen constantemente textos ya traducidos. Lo primero que
cabe preguntarse es por qué. Una primera respuesta es elemental: porque estaban
incompletos, censurados o, sencillamente, mal traducidos. La retraducción es en esos
casos un factor corrector. Sin embargo, en no pocas ocasiones se retraduce sin que exista,
digámoslo así, necesidad de hacerlo. Se retraduce porque una nueva generación, una
nueva tribu, quiere apropiarse de un texto que, en alguna medida, en su vigente forma
pertenece a generaciones anteriores.
219