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ROSARIO GARCÍA LÓPEZ–TEORÍA Y DIDÁCTICA DE LA TRADUCCIÓN
hábitos y conceptos muy nuevos e incluso desconocidos, especialmente cuando se trata de
los primeros cursos de nuestras facultades. La formación de los futuros traductores, sin
embargo, exige rigor, método, y constancia en la aplicación de ese rigor y ese método.
Aquéllos, los alumnos, deben sentirse siempre en un camino, nunca desorientados o
perdidos, sin saber hacia dónde se dirigen ni qué persiguen. El rigor en didáctica de la
traducción creemos que pasa por la demarcación de unos conceptos teóricos de partida, la
delimitación de unos objetivos (producción de un texto meta comunicativamente
equivalente al original y aceptable en la cultura de llegada), y la aplicación de un “método”
que abarque progresivamente cada una de las fases del proceso traductológico y que integre
teoría y práctica con los objetivos finales.
El método aplicado, como venimos repitiendo, debería partir de premisas
comunicativas, y las únicas “técnicas” válidas para obtener los objetivos didácticos
deseados son todas aquéllas que tengan que ver con la comunicación como tal, como
objetivo en sí misma. Antes de emprender cualquier proceso didáctico, el profesor debe,
pues, haber sentado ante sus alumnos las bases esenciales de su enfoque teórico, dado que
teoría y didáctica de la traducción, para resultar eficaces, deben caminar en íntima conexión
y ser susceptibles de poder aplicarse a todo tipo de texto.
Si la traducción es traducción de diferentes tipos de textos, en tanto que diferentes
actos de comunicación, para que dicha disciplina pueda proyectarse universalmente, debe
partir de amplios principios conceptuales, capaces de ser aplicados a la casi infinita variedad
de tipos de textos susceptibles de ser producidos. El principio traductológico común, capaz
de abarcar a toda esa ingente tipología textual, es precisamente su carácter, su esencia
comunicativa. La traducción es comunicación y el traductor, esencialmente, un
comunicador, y la investigación, tanto traductológica en general, como didáctica en
particular, debe ahondar en los principios que rigen la Ciencia de la Comunicación, como
tan magistralmente oíamos exponer hace poco a la Dra. Lvovskaya.
Si los principios traductológicos de partida son comunes para la traducción de todo
tipo de texto, la variante en el acercamiento a uno u otro para su comprensión y traducción
son las competencias del traductor en cada caso, dada la especificidad textual. Como nadie
puede ser, afortunadamente, una enciclopedia andante, sería, quizá, conveniente que el
formador de futuros traductores insista en la necesidad de conocer para comprender y
transmitir. La naturaleza de tal conocimiento varía de un tipo de texto a otro, en función de
los muy variados factores que integran el acto de comunicación a través del texto escrito, y
buena parte de la labor del formador de traductores debería encaminarse a orientar a los
alumnos para su correcto desenvolvimiento profesional en cada caso.
Desde el momento en el que el profesor entrega a los alumnos un texto como
material de trabajo, creemos que debe dirigir la reflexión de éstos sobre sus coordenadas
comunicativas. La mayoría de los textos, a priori, antes incluso de una primera lectura,
“comunican” mucha información a los alumnos que poseen los conocimientos previos
pertinentes. Así, un texto divulgativo, si con anterioridad se han explicado las características
de su tipología, los sitúa en la dirección de sus objetivos: difundir un tema, en principio
especializado a un receptor indefinido, cuya característica dominante es precisamente la
ausencia de característica alguna, salvo, casi exclusivamente, la de saber leer. Esta
circunstancia va a verse reflejada en la abundancia de marcadores de la función apelativa,
entre los que, en este tipo de textos, ocupan lugar destacado los semióticos de dibujos y
fotografías, cuyo objetivo es hacer atractivo un tema que para el “vulgo” puede resultar
árido y distante. También van a saber los alumnos que, en función de su objetivo, en estos
textos los marcadores de la función evaluativa y la ambigüedad van a jugar un papel mayor
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