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E. GAREA OYA–LA TRADUCCIÓN COMO RECREACIÓN EN LA FIGURA DE SALVADOR DE MADARIAGA
como: “vous désirez savoir de moi, d’où me vient pour vous ma tendresse, je vois aime,
voici pourquoi: vous ressemblez a ma jeunesse” (Madariaga 1925: 141). El multilingüismo
está también presente en la producción de Salvador de Madariaga, otro elemento más que
haría pensar en sus obras como textos originales y no recreaciones o traducciones. Prueba
de esto último es que el autor explica, ya bien en el propio texto o en una nota a pie de
página, aquellos términos que no traduce.
Salvador de Madariaga criticó igualmente la creación de neologismos como soja o
azafata, el uso erróneo de la preposición “a”, en motor a gas y no de gas, los numerosos
solecismos en la prensa, así como el empleo de la forma estar haciendo algo, con el significado
de “intención o proyecto”, por ser una copia de la forma inglesa, además de una grave
incorrección en español. Sin embargo, lo que más le preocupaba a Madariaga era la
transliteración de nombres procedentes de alfabetos distintos al español que, según él, se
debería hacer teniendo en cuenta el sonido original y sin pasar por la grafía inglesa,
adaptándolo a las reglas de pronunciación de la nueva lengua.
No pido tanto, decía Madariaga, pero sí que, al menos en los nombres
originalmente escritos en alfabetos no latinos, adoptemos formas que se acerquen al
fonema del original, puesto que si adoptamos la grafía inglesa, pronunciaremos
disparatadamente porque nuestro modo de leer el alfabeto latino difiere fundamentalmente
del modo inglés.
Hay formas que él sugiere que ya están demasiado aceptadas en nuestro idioma
como para adoptar nuevos modelos. Así Moscová en vez de Moscú, curdo con c en vez de k,
Jong Cong y no Hong Kong, Paquistán y no Pakistán, Jusein y no Hussein, Jasán y no Hasan,
Ganovich en vez de Ganovitch, Dostoyesqui y no Dostoievsky, Chaicovsqui y no Tschaikovsky,
Kovenhaun y no Copenhague. Según nuestro autor estas intromisiones se debían al empuje del
cine y otros medios de difusión, aunque principalmente a traducciones apresuradas, sin
tiempo para afinarlas, muchas de ellas realizadas en agencias de prensa. Toda traducción
necesitaba para Salvador de Madariaga de un tiempo de reposo. Es cierto que cuando se
traduce algún texto es conveniente una vez acabado dejarlo en barbecho y después de
cierto tiempo volver a él para releerlo. Salvador de Madariaga pensaba que las traducciones
más logradas eran las que recurrían a este método, como le indica a uno de sus traductores,
Mario de Just, en una carta del 3 de diciembre de 1962, tras señalarle su editor que no podía
publicar la traducción elaborada por este traductor dada su mala calidad.
Madariaga tuvo que recurrir en aquella ocasión a otra traductora para que releyera la
traducción, por carecer él de tiempo para hacer la lectura y las correcciones necesarias al
comprobar que la traducción elaborada por Mario de Just necesitaba bastantes retoques
aunque no una “retraducción”. Todo, sin embargo, se hubiera podido evitar, como le
señalaba Salvador de Madariaga si el traductor hubiese releído el texto después de un
período de decantación.
De la discusión sobre si ser fiel o no al original, Salvador de Madariaga siempre
defendía que la traducción tenía mucho de creación y no tenía pues por qué ser
exclusivamente fiel al texto de partida, como le indica a Mario de Just en las siguientes
líneas: “por otra parte he visto una presión de la lengua extranjera que parece haberle
impedido a usted dejar volar el estilo con su soltura habitual”.
Unos años después y con motivo de la traducción de Retrato de un hombre de Pie,
Madariaga alabó la labor de este traductor y lo felicitó por su buen trabajo:
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