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HEIDRUN WITTE: LA TRADUCCIÓN Y SU INFLUENCIA EN LAS RELACIONES ENTRE CULTURAS
su marco tradicional de las Ciencias humanas. Por otra parte, y al contrario del enfoque
traductológico, sus investigaciones se han centrado desde un principio en la comunicación
face-to-face, y hasta muy recientemente no se despertó un mayor interés en el texto escrito.
No obstante, y sin con ello querer postular la posibilidad de aplicación inmediata de
las investigaciones face-to-face a la comunicación indirecta, creemos que estos estudios
pueden aportar un valioso material metodológico así como resultados de mucho interés
para nuestro enfoque traductológico, que, como dijimos al principio, parte de un punto de
vista “holístico”, es decir, no se restringe al análisis textual sino que intenta tener en cuenta la
compleja “red” de interacciones interpersonales e interculturales que pueden tener relevancia en el
proceso traslativo.
No vamos a centrarnos aquí en los modelos desarrollados en el marco de la Teoría
de la comunicación intercultural que intentan sistematizar las diferencias entre las culturas y que
tienen una larga tradición desde las primeras obras de Edward T. Hall (cf. Hall 1959 et
passim), que enfocan, p. ej., diferencias culturales en la conceptualización de tiempo y
espacio, hasta análisis más recientes como los de Geert Hofstede y su modelo de las
dimensiones de cultura. (Cf. Hofstede 1984; 1991; cf. también Trompenaars 1997.) Más bien,
vamos a dar estas diferencias interculturales como presupuestas para volver a la pregunta
formulada al principio: ¿Qué es lo que pasa en el contacto intercultural?
La Teoría de la comunicación intercultural ha podido comprobar que en una
situación de contacto intercultural el comportamiento de los interactantes se suele regir por
las “pautas” de su propia cultura. Es decir, recurrimos a nuestro propio marco de referencia
cultural, tanto a la hora de “recibir” (percibir, interpretar, evaluar) el comportamiento ajeno
como en la “producción” de nuestra propia actuación.
Esto significa, a su vez, que la comparación intercultural inevitable, que mencionamos
antes, tiene como punto de partida la propia cultura de cada uno de los interactantes: en el
contacto intercultural percibimos al otro según las “reglas” (valores, actitudes, expectativas,
etc.) de nuestra propia cultura y, de forma similar, nuestro propio comportamiento se rige
por las convenciones y normas vigentes en ella.
Además, la Teoría de la atribución ha mostrado que, por regla general, los interactantes
en una situación comunicativa suelen explicar su propio comportamiento por las circunstancias
de la situación, mientras los motivos para la conducta ajena se buscan – y se encuentran – en el
carácter del otro. (Este fenómeno se ha descrito como error fundamental de la atribución
[fundamental attribution error]. Cf. Katan 1999; Samovar, Porter y Stefani 1998.) Tal atribución
errónea suele observarse con más frecuencia en una situación de contacto intercultural que
dentro de una misma cultura.
En una situación intercultural nos formamos imágenes del otro, auto-imágenes, y autoimágenes
reflexivas (lo que creemos que el otro piensa sobre nosotros), y, en última instancia,
estas imágenes están condicionadas por nuestra propia cultura. En otras palabras, se podría decir que
en el contacto intercultural, mientras no se conozca bien la otra cultura, inevitablemente, se
proyecta lo propio sobre lo ajeno.
No supone mayor dificultad imaginarse que tal “proyección” mutua llevará, en
muchos casos, a interpretaciones erróneas y malentendidos. Y es precisamente por ello que,
una vez reconocida esta problemática latente del contacto intercultural, en el ámbito de la
empresa y de los negocios se ha desarrollado toda una “industria” de “entrenamiento
intercultural” (intercultural training programs), sobre todo para el personal de alto nivel de
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