últimas corrientes teóricas en los estudios de traducción - Gredos ...

HEIDRUN WITTE: LA TRADUCCIÓN Y SU INFLUENCIA EN LAS RELACIONES ENTRE CULTURAS
texto desde su punto de vista cultural (meta), atribuyendo sus valores culturales (meta) a los
fenómenos ajenos, sería muy alto. Y, a nuestro entender, de hecho, lo es.
No se trata aquí de defender la adaptación frente a la exotización o viceversa.
Venuti se refiere, expresamente, a las convenciones traslativas de la cultura estadounidense,
como cultura predominante, frente a las culturas de partida. Se ha insistido reiteradamente
en que el problema de la hegemonía cultural, reforzada por determinadas estrategias de
traducción, se plantearía de forma distinta en una situación intercultural donde, p. ej., la
cultura de llegada no es la dominante sino la “dominada”. (Cf. Hatim y Mason 1997: 146.)
Tampoco queremos discutir aquí el “esencialismo” inherente en la argumentación de
Venuti, cuando habla de las especificidades culturales como si, en vez de deberse a la
perspectiva comparativa del perceptor, existieran objetiva y materialmente. (Para críticas a
Venuti en este sentido cf. Hermans 1999.)
Lo que realmente nos interesa en Venuti es su confianza en el lector meta en
cuanto a la competencia cultural de éste. Cuando Venuti parte de que una traducción
exotizante hará posible para el lector meta una recepción que se acerque más a lo “propio”
de la cultura de partida, lo que hace, en realidad, es formular sus exigencias desde una
perspectiva “profesional” (desde la competencia bicultural del traductor), no teniendo en cuenta
que la perspectiva del lector es la de un “lego”. (Este problema de la “perspectividad” de las
hipótesis sobre la recepción meta, a nuestro saber, hasta ahora solamente se ha tematizado
en el ámbito de la traducción de literatura infantil; cf. Oittinen 1993.)
Basándonos en los resultados de la Teoría de la comunicación intercultural,
estaríamos más bien de acuerdo con Katan (1999: 156) cuando subraya, en contra de la
argumentación en “blanco y negro” de Venuti, que, a pesar de las buenas intenciones, una
estrategia exotizante puede producir un efecto justamente opuesto al deseado: puede ayudar a
perpetuar los estereotipos (etnocéntricos) que ya existen en la cultura meta sobre la cultura de
partida.
Tenemos un ejemplo claro en el ámbito de la cultura (meta) alemana, donde
precisamente una tradición exotizante en la traducción de literatura latinoamericana (desde
finales de los años 60 / principios de los 70 hasta hoy) ha favorecido una recepción exotizada, en
el sentido de fomentar y satisfacer la demanda de lo exótico, por un lado, y, por el otro, reconfirmar
las ideas preconcebidas que ya se tenían sobre aquellas culturas supuestamente tan extrañas. El
resultado era y es que, en Alemania, los autores latinoamericanos se venden muy bien –
pero la recepción no tiene nada que ver ni con sus intenciones originarias ni con la
recepción en sus propias culturas. (Hay que subrayar que no era la intención de los
traductores crear un efecto distinto en este sentido.)
Como dijimos antes, no queremos defender ni una ni otra estrategia de traducción.
Quisiéramos insistir, sin embargo, en que la recepción del lector meta, generalmente, será
una recepción cotidiana, naïf, que obedece, precisamente, a las “reglas” encontradas por la
Teoría de la comunicación intercultural: el marco de referencia de esta recepción será la
propia cultura del receptor.
Es por ello que, respecto a la competencia bicultural del traductor, en otras ocasiones,
hemos insistido en que, aparte de una competencia bicultural en sus culturas de trabajo (por
medio de la cual conseguirá reducir sus propias “proyecciones” sobre la cultura ajena), el
traductor necesita una competencia bicultural entre estas culturas, o sea una competencia
que abarque las imágenes mutuas (las auto-imágenes, las imágenes del otro, y las autoimágenes
reflexivas) de las dos culturas en cuestión (cf. Witte 2000).
844