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R. DE PEDRO RICOY–SUBVERSIÓN O TRADICIÓN. EL POSTESTRUCTURALISMO DE SUZANNE J. LEVINE
Levine menciona como privilegio el haber podido trabajar con los autores en la
traducción de sus obras y, de este modo, entablar un proceso de colaboración creativa. De
un modo u otro, la traducción siempre implica un proceso similar, si bien no con los
autores en toda instancia, con los propios textos a traducir. En cada caso existe un área
abierta a la interpretación en la que se lleva a cabo la re-escritura, o traducción, de un texto.
No obstante, Levine admite implícitamente la existencia de los límites impuestos por los
autores (lo cual contradice la noción de “borderlessness” presentada con anterioridad), ya
que el haber colaborado con ellos en la producción de los textos traducidos hace que su
labor pierda parte de autonomía. Levine se considera una escriba subversiva, pero su
“subversión” parece llevarse a cabo con la aquiescencia, implícita o explícita, de los
escritores (todos ellos masculinos), lo que la convierte – valga la repetición – en menos
subversiva.
Es más: en un momento dado Levine justifica el haberse tomado libertades con el
texto de partida dicendo: “the seed of these liberties lies in the original itself” (ibid.: 80-1).
Esta observación sobre lo que permite el texto de partida parece contradecir los cimientos
ideológicos de su obra, basada en el principio de que la traducción literaria es una acto
creativo, no re-creativo, y la creencia de que los traductores deben desprenderse del aura de
servilismo que los rodea. Ésta es una contradicción que parecen suscribir otras teóricas de
la traducción feminista, según reseña Arrojo:
As they reflect on their own work and defend their active and interventionist role
in the translations they do, they also seem to claim some form of allegiance to the
traditional maxim of translation ethics which prescribes the protection of the author’s (or
the text’s) original meaning at all costs” (1994: 149).
Además, para Levine “a good translation […] aims to (re)produce an effect, to
persuade a reader” (ibid.: 3). Llama la atención que alguien que profesa distanciarse de las
teorías convencionales de la traducción no sólo adopte un enfoque prescriptivo (“a good
translation”; itálicas añadidas), sino que además retorne a la regla ancestral según la cual el
objetivo de la traducción es reproducir un efecto, que, presumiblemente será el del texto de
partida.
De hecho, las observaciones que Levine presenta en The Subversive Scribe oscilan
entre la tradición y la (post)modernidad según conviene a cada situación. Por un lado,
Levine aplica conceptos tradicionales. Apela, por ejemplo, a la idea ancestral de traducción
como traición 5 (“Translation betrays because, like criticism, it makes choices”; ibid. 34).
También hace uso de una de las nociones más polémicas en la teoría de la traducción: el
principio de equivalencia. Levine presenta ejemplos de equivalencia tanto cultural (“the
historical moment of the translation [de Tres tristes tigres, del cubano Cabrera Infante] is the
early Seventies, when New Yorkese and Black American speech function as the closest
cultural equivalents to the slurred, slick speech of the mostly mulatto or black characters in
TTT’s Havana.”; ibid.: 27), como funcional (“By substituting movie tag lines for tangos, we
changed the medium but sustained the message”; ibid.: 168). El modo en que aplica esta
noción recuerda más al modelo de equivalencia dinámica propuesto por Nida que al
propuesto en Translation Studies, basado en las diferencias culturales y en el reconocimiento
de “the existence of hierarchical relations between source and target texts and cultures”
(Bassnett 1993: 145-46).
5 Basta recordar las “belles infidèles” del siglo XVII y el proverbio italiano “Traduttore, traditore”.
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