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ESTHER MONZÓ–EL GÉNERO DISCURSIVO EN LA ENCULTURACIÓN DEL TRADUCTOR
De hecho, la figura social del traductor tiene por función y razón de ser la de
producir un texto discursivo a partir de otro texto discursivo (llámese traducción,
adaptación, traslación, manipulación, comentario, metatexto o intertexto). Por eso, y
basándonos en los procesos de aprendizaje identificados por la antropología, este texto se
transforma en su medio principal de socialización y, también, en el medio en el cual se
ejecuta este proceso, puesto que es el objeto que le permitirá obtener estímulos y respuestas
procedentes de la diacultura 16 . Es más: el texto discursivo puede tratarse de la única vía de
la que dispone para participar en la diacultura (siempre que, en el caso de un traductor
jurídico, no sea también abogado, juez o notario). El texto que produce formará parte,
teleológicamente, de una diacultura y, en las interacciones sucesivas, el traductor percibirá
(sea a través del propio cliente, de un compañero, de un profesor, de críticas de prensa, de
un incremento en el número de encargos o, en un caso extremo, de una demanda) si su
comportamiento, el texto producido, se adecua a las expectativas y a los requisitos de la
diacultura meta. Si no es así (y todavía está a tiempo), el traductor aprenderá, modificará sus
esquemas y los atributos que adscribía al género, ya que es éste el estímulo que ha
provocado la respuesta.
Si, por un lado, como se ve en el esquema de Powers (1973) antes mencionado,
aprendemos a partir de interacciones, de actos de comunicación verbal o no verbal, que no
podemos percibir sin las dimensiones culturales inherentes a todo aquello que vemos,
oímos o sentimos, así como a todo aquello que emitimos (Bohannan 1992: 26), es decir, si
nuestra comunicación y aprendizaje se lleva a cabo a través de textos de cultura (Lotman
1979) y si los géneros son, según lo que hemos explicado con anterioridad, abstracciones de
textos, resulta un juicio analítico el afirmar que todo acto de comunicación humana se
inscribe en un género determinado (Bajtín 1998: 248) y deducimos (recuperando la idea de
Bohannan) que no podemos percibir nada aislado del género con el cual lo identificamos.
Si a esto añadimos que la socialización del traductor (en su dimensión profesional,
naturalmente) pasa siempre por un acto de comunicación materializado en un texto
discursivo, podemos decir que el instrumento principal de socialización que utiliza el
traductor 17 son los textos discursivos y su organización en esquemas. Por tanto, si
entendemos el género como tipificación de los textos, constituye un juicio analítico el
hecho de afirmar que los esquemas del traductor puedan ser los géneros discursivos.
Así pues, si el proceso de interacciones resulta en la creación de estos géneros
discursivos, quizás podríamos mejorar la enculturación del traductor cualitativa y
cuantitativamente (considerando un período de tiempo constante) si potenciásemos la
adquisición estructurada y explícita de tales esquemas (sin abandonar nunca las
actualizaciones textuales), ya sea en la formación guiada ya en la formación autónoma, esto
es, desarrollando instrumentos óptimos de documentación (véase Monzó y Borja e.p.).
Cherubim y Henne (1973: 60-61) parecen albergar una idea similar cuando afirman
lo siguiente:
Insgesamt wäre eine solchermaßen unter didaktischen aspekten konzipierte
sprachkommunikationslehre anzuschließen an die in letzter zeit intersiv diskutierte
textsortentheorie, da spezifische, jeweils unter pragmatischen verwendungsbedingungen
16 Si nos basamos en el concepto de texto de cultura de Lotman (1979: 41; véase también la compilación de textos
traducidos al español que aparecieron entre los años 1996 y 1998), podríamos afirmar que el ser humano se socializa a
través de géneros, a pesar de que no todos sean géneros discursivos.
17 El modelo de comprensión del discurso de van Dijk y Kintsch tiene una base interpretativa que asume también
que el sentido se construye a través de los filtros que adquiere el individuo en las experiencias vitales y que lo que
percibimos se asigna a etiquetas de comprensión (Dijk y Kintsch 1983: 5), que tienen un claro paralelismo con los géneros.
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