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JORGE J. SÁNCHEZ IGLESIAS–RESTRICCIONES SEMÁNTICO-TEXTUALES EN LA TRADUCCIÓN DEL IDIOLECTO
“irrelevante”, bien por “erróneo”, el idiolecto no debería constituir, en principio, problema
alguno a la hora de traducir 8 .
Son pocos los límites que cualquiera de estos dos autores explicitan para estas
indicaciones generales sobre cómo debe enfrentarse el traductor al idiolecto. Newmark
señala la posibilidad de que se trate de un “documento importante”; Catford se refiere a la
posibilidad de que “en algún caso, sea necesario mantener la identidad personal del
emisor”; y ambos reconocen un límite en términos de la noción de autoría. Como bien
señala Catford, los rasgos de lo que habitualmente se llama estilo (de un autor concreto…)
son realmente rasgos idiolectales, para señalar que en la traducción, “some attempt may
have to be made to find TL equivalents for them” (1965: 86, n. 2).
3. IDIOLECTO Y ESTILO
Pese a los años que han transcurrido desde la publicación de su trabajo, la
afirmación de Catford anteriormente mencionada mantiene una cierta vigencia, dado que la
presencia de esos rasgos lingüísticos individuales ha servido, y sirve todavía, no tanto para
definir como para aproximarse a otra noción, no menos confusa, como es la de estilo. De
hecho, al volverse a difundir la noción (pero no el estudio) del idiolecto, probablemente
como resultado de los avances en los estudios sociolingüísticos (e independientemente de
que en ese mismo marco disciplinar se intentara asignar un nuevo significado para el
término estilo 9 ), un autor como Bertil Malmberg señaló los problemas de que ambos
términos se superpusieran (1982: 205):
La consecuencia de la introducción del término de idiolecto sería entonces que el
concepto de estilo individual (estilo de un escritor, etc.) desaparecería. Este último
concepto tiene sin embargo tras de sí una tradición bien impuesta que se desearía
mantener. Una solución sería preservar el concepto de estilo individual para la referencia a
una forma de escribir – o de hablar –, coherente y bien perfilada, propia de los grandes
artistas de la escritura o de la palabra, y hablar de idiolecto con respecto a rasgos personales
de menor envergadura, y sin gran importancia, para el lector o el oyente.
No obstante, a renglón seguido y con muy buen criterio, el lingüista sueco
especifica que se abstiene de trazar un límite entre ambos términos, desechando su propio
criterio. En cualquier caso, y en relación con las afirmaciones de Catford y Newmark que
mencionábamos anteriormente, la noción de autoría (literaria) es inútil en el análisis
lingüístico, y los ríos de tinta empleados en el intento de definir la literariedad constituyen
la mejor prueba. Cualquier proferencia, hablada o escrita, de cualquier emisor, es
susceptible de ser analizada en términos de estilo o idiolecto, siempre que aparezca marcada
en alguno de los sentidos y, sobre todo, que desde nuestra posición de receptores seamos
capaces de distinguirlos (dado que entre la marca y el reconocimiento, obviamente, no hay
una relación necesaria de causa-consecuencia. El receptor puede no reconocer la presencia
de dichos rasgos). La cuestión entonces sería plantearse si los textos que calificamos como
literarios (independientemente de que no hayan podido formularse unos criterios que
8 En otra de las referencias que hacía Newmark al concepto de idiolecto, se centraba en la perspectiva del
traductor, para señalar que inevitablemente, el traductor realiza su “reproducción lingüística” desde la base de su propio
idiolecto (1981/1988: 239-40): “Il traduttore crea la propria riproduzione lingusitica (Abbild) di una situazione che coglie
attraverso il testo in LP, sulla base del proprio idioletto, della propria lingua di uso abituale, con le sue particolarità sul
piano grammaticale, lessicale e di costruzione della frase. L’idioletto esprime immediatamente e anche involontariamente il
suo stile e carattere, e regola la natura della traduzione, assicurando che si moderna e completa. Infine, l’efficacia della
versione dipende dall’eleganza e sensibilità del traduttore e della sua padronanza di un linguaggio ricco”.
9 Y tampoco hay un concepto unitario de estilo en la sociolingüística, vid. Moreno Fernández (1990).
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