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ROSARIO GARCÍA LÓPEZ–TEORÍA Y DIDÁCTICA DE LA TRADUCCIÓN
para explicar hechos de traducción que nada (o muy poco) tienen que ver con aquélla. Nos
referimos, por ejemplo, a conceptos tales como los de “técnicas” y “unidades de
traducción”.
No es ésta la primera vez que especialistas en la materia caen en la cuenta de la
inutilidad traductológica de las denominadas “técnicas de traducción” (cf. Elena 1990;
Lvovskaya 1997) que, no obstante siguen recogiéndose en algunos estudios sobre
traducción y su didáctica. Creemos, sin embargo, que tales definiciones derivadas, como
antes decía, del ámbito de la lingüística, alejan la atención de los alumnos del proceso
comunicativo en el que deben estar inmersos. Cuando, una vez superada la etapa de la
comprensión del texto, los futuros traductores se proponen producir un texto que, con
respecto al original, resulte comunicativamente equivalente, es decir, que, hasta donde sea
posible, comunique aquello que se comunica en el primero, conservando las intenciones y
objetivos de su autor, unas veces necesitarán alargar o reducir el número de elementos
lingüísticos; nominalizar o adjetivar enunciados; describir u obviar información, etc., y, solo
a efectos de estudios contrastivos a posteriori, puede ser de algún interés reparar en tales
operaciones. Así, elegir para un texto dado, entre, por ejemplo, “el camión pesa 500
toneladas” o “el peso del camión es de 500 toneladas”, va a depender de lo que el autor de
dicho texto quiera acentuar, en función de la idea o información que desee resaltar. Esta
idea o información vendrá justificada por todo el texto, dependiendo de factores
comunicativos la elección de una u otra forma de exponerla, de manera que, si en lo que se
quiere insistir contextualmente es en el objeto “camión”, en el hecho de ser un vehículo de
determinadas características, puede que la primera opción sea la más ajustada. Pero si, por
el contrario, lo que el texto quiere resaltar es la masa del vehículo, tanto si es a favor del
peso como en contra del mismo, la segunda opción sería quizá más comunicativa. La
propia sintaxis y estructuración textual obedecen a factores comunicativos.
Todos sabemos que, en las diferentes lenguas, no siempre coincide el orden de las
palabras en la frase, de la misma manera que tampoco coincide el uso de determinados
elementos verbales. Por poner un ejemplo, podríamos hablar de las oraciones de participio
presente en francés que, en español, suelen dar lugar a oraciones de relativo, “cambio” que
se hace necesario a fin de que el texto meta resulte aceptable, luego comunicativo, en la
cultura de llegada. Capítulo aparte merecen los textos idiolectales que, idiosincráticamente,
violentan normas y usos de comportamiento verbales, dado que, en ellos, el factor
comunicativo relevante es el autor, al que se subordinan todos los demás. Por esta razón, el
traductor de Duras, por poner un ejemplo bastante prototípico, no debe incluir en su texto
meta los signos de puntuación que idiolectalmente están a veces ausentes en los originales.
Tampoco debe reproducir el orden natural de las palabras en la frase, según las normas de
comportamiento verbal propias de nuestra cultura, cuando la misma autora utiliza en sus
textos una serie de elementos “détachés”, separados por comas, por lo general adjetivos y
adverbios, que tampoco se ajustan a la norma verbal del francés. Tanto en lo concerniente
a los signos de puntuación como a la prosodia textual, la alteración del idiolecto de la
autora en el texto traducido supondría la neutralización de sendos marcadores de las
implicaturas textuales, luego del sentido. Es lo que ocurriría, por ejemplo, si la siguiente
frase extraída de una de sus novelas (Moderato Cantabile: 9):
se tradujera como
D’autres enfants, ailleurs, sur les quais, arrêtés, regardaient,
Más allá, otros niños contemplaban la escena parados en los muelles,
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