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E. GAREA OYA–LA TRADUCCIÓN COMO RECREACIÓN EN LA FIGURA DE SALVADOR DE MADARIAGA
que solucionar problemas de ambigüedades, ni intentar comprender e interpretar cuáles
eran los fines que el autor perseguía al escribir su obra. Hay estudiosos que afirman que la
verdadera dimensión de la traducción radica en la complicidad entre autor y traductor, pero
esa comunicación encuentra su punto álgido en la situación el la que ambos representan
una misma persona, como es el caso de Salvador de Madariaga. El grado de éxito de una
traducción depende, en gran parte, de la interacción que ha tenido el traductor con la obra.
Pero, ¿qué ocurre cuando el traductor es al mismo tiempo el creador de esa obra?
Normalmente los traductores tienen que reconstruir un mensaje una vez han
interpretado el texto original, pero cuando el autor es a la vez traductor, éste se convierte
en un ser privilegiado que no tiene que luchar con un texto ajeno y que puede ver como su
obra llega de una forma efectiva y exacta a diversos tipos de lectores con un mismo y único
mensaje. Al presentársenos como auto-traductor, la fase de comprensión previa en el
proceso de traducción la tiene superada ya que no necesita descodificar el texto. Madariaga
conoce el sentido de sus obras, así como su objetivo y dispone de los medios necesarios
para expresar el mensaje en las otras lenguas. Pero todo buen traductor, que se precie como
tal, ha de poseer dos tipos de conocimientos: lingüístico y del mundo referencial, en una
equilibrada combinación entre el bilingüismo y el conocimiento de las dos culturas. Nadie
puede negar pues que los utensilios básicos de todo traductor son, ante todo, un
conocimiento profundo de las lenguas implicadas en el proceso de traducción, lo que
supone tener una capacidad comprensiva y expresiva, un conocimiento del léxico, de la
morfología y de la sintaxis, y también estar familiarizado con las diversas culturas; es decir,
tener no sólo unos conocimientos lingüísticos sino también extralingüísticos. Madariaga
cumple estos requisitos porque además de ser trilingüe es tricultural.
¿Qué método seguía este autor a la hora de traducir?
Bühler y después Nida, Paul Hartmann, Reiß y otros sostuvieron que todas las
traducciones tienen un claro propósito; de ahí que los textos se puedan dividir
aproximadamente en tres categorías: expresivos, informativos y persuasivos. Cada categoría
necesita de un método de traducción diferente: los textos expresivos deben ir encaminados
hacia el autor, su lenguaje y cultura; los informativos hacia los lectores y los hechos; y los
persuasivos hacia los lectores que tienen que actuar después de haber sido informados.
Salvador de Madariaga nunca tuvo en cuenta estas tres categorías; para él todos los textos
eran iguales, todos tenían una misma finalidad: el lector. Lo primordial a la hora de
traducirlos era estar en comunión con el público, llegar a él. Porque en traducción debe ser
más importante saber llegar al destinatario, poder causar en él efectos similares a los
causados en el público de la lengua en la que está escrito el texto de partida, adecuando
nuestro escrito a las convenciones sintácticas, léxicas y situacionales de la lengua a la que se
traduce, que no otro tipo de factores, como mantener una exactitud férrea con el original.
La traducción para Salvador de Madariaga está pues encaminada al lector. Todo lector
desempeña un papel fundamental en la recepción de una obra, sea ésta original o
traducción, al igual que la prensa o la crítica literaria que determina la difusión de una u otra
obra. Madariaga sostenía pues que la traducción siempre busca un receptor, necesita de un
receptor; por ello elaboró sus traducciones en función de un público determinado. Nuestro
autor elegía las palabras que debía emplear para ser siempre bien comprendido. Elisabeth
de Levis Mirepoix comentaba al respecto que Madariaga al pasar “d’une version
linguistique à une autre, il savait rajouter au bon moment une expression susceptible de
toucher son public, ou au contraire retirer un mot qui pouvait le heurter “ (Mirepoix 1982:
28) de ahí que muchos autores no considerasen algunas de sus obras como traducciones.
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