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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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III<br />

EL MITO <strong>DE</strong> LOS CARACTERES NACIONALES<br />

Anthony Smith ha indicado la imposibilidad de fijar de una manera definitiva<br />

la aparición del verdadero nacionalismo. “Cuando los historiadores debaten<br />

si el nacionalismo apareció durante las primeras divisiones de Polonia (Lord<br />

Acton), durante la Revolución Americana (Benedict Anderson), con la Revolución<br />

Inglesa (Hans Kohn) o incluso con la obra de Fichte de 1807: Discursos a la nación<br />

alemana (Kedourie), obtenemos mucha más información sobre sus propias<br />

definiciones de nacionalismo que sobre su nacimiento. Lo que es más importante,<br />

se omite la época mucho más prolongada de gestación del nacionalismo como<br />

lenguaje y simbolismo, como conciencia y aspiración’” (29). Así, si proyectamos<br />

nuestra mirada sobre esa gestación podemos descubrir que ya en el siglo xvii<br />

existe un interés creciente por la idea del “carácter nacional” y el “genio nacional”.<br />

Escritores, como Shaftesbury y Richardson, se dedicaron a comparar<br />

los logros británicos con los antiguos de Grecia y Roma. Lo mismo ocurrió<br />

en otras partes, como Francia, España o Alemania, de modo que el concepto<br />

del carácter nacional se convirtió en un elemento útil para la nueva imagen<br />

y el nuevo lenguaje, donde resultó habitual la comparación de Europa con la<br />

civilización clásica, resumida en la famosa Querella de los antiguos y los modernos<br />

(30). En realidad, una caracterización psicológica de los pueblos europeos<br />

se hace ya en plena Edad Media, incluso antes. <strong>El</strong> historiador romano Tácito<br />

describió unos caracteres de los germanos que entroncan directamente con los<br />

atribuidos a los alemanes modernos. Esta tendencia a caracterizar a los pueblos<br />

con unos cuantos rasgos se acentuó a partir del Renacimiento. <strong>El</strong> médico<br />

humanista aragonés Miguel Server, quemado en Ginebra por la intolerancia<br />

calvinista, hizo una edición de la Geografía de Tolomeo, a la que añadió una<br />

serie de comentarios acerca de los hombres y las costumbres de los distintos<br />

pueblos y tierras que aparecían en la obra. Eso le sirvió para establecer comparaciones<br />

entre unos pueblos y otros –ya fuese entre Oriente y Occidente o<br />

entre España Y Francia–, llenos de ironías y sarcasmos. Y, así, presenta a los<br />

alemanes como glotones y borrachos, a los franceses como habladores y combatientes<br />

brutales con poco arte, y a los españoles como taciturnos y semidoctos<br />

que querían presumir de sabios. La patriotería española ha protestado<br />

con frecuencia de los juicios de Servet, por entender que nos dejaban en mal<br />

– 121 –

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