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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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diferencias locales o regionales. A la vez, la identidad de España se apoyaba<br />

especialmente en la originalidad histórica de Castilla, unificadora de las<br />

fuerzas políticas peninsulares y conductoras de la conquista y de la empresa<br />

de las Indias.<br />

Sin embargo, esa identidad de corte liberal no debía de estar muy clara,<br />

pues todavía hacia los comienzos de la primera Gran Guerra Europea, Ortega<br />

y Gasset se preguntaba en sus Meditaciones del Quijote: “Dios mío, ¿qué es España?<br />

En la anchura del orbe, en medio de las razas innumerables, pérdida entre<br />

el ayer ilimitado y el mañana sinfín, bajo la frialdad inmensa y cósmica del parpadeo<br />

astral, ¿qué es esta España, este promontorio espiritual de Europa, esta como<br />

proa del alma continental?” (52). Después, en la España invertebrada, Ortega<br />

tratará de dar respuesta a la pregunta, situando a Castilla como la forjadora de<br />

la estructura nacional de España, como la abanderada del proyecto sugestivo<br />

de vida en común, que implicaba la unificación de las dos políticas internacionales<br />

que había en la península: la de Castilla, hacia Centroeuropa, África<br />

y América; y la de Aragón, hacia el Mediterráneo. Pero, a esa vocación unificadora<br />

de Castilla se le fue difuminando el proyecto común y pudieron emerger<br />

las fuerzas desintegradoras de los nacionalismos latentes. Y es así como, hacia<br />

1900, “se empieza a oír el rumor de regionalismos, nacionalismos, separatismos…<br />

Es el triste espectáculo de un larguísimo, multisecular otoño” (53).<br />

Ese rumor de los nacionalismos periféricos es el que acompañó a la “invención”<br />

de la identidad nacional liberal en el cambio de siglo. Identidad que<br />

destacó una serie de rasgos del “español”, desde el individualismo y la escasa<br />

solidaridad social, hasta el profundo sentido democrático e igualitario, junto<br />

a un sentimiento religioso de predominio místico y a un espíritu popular<br />

realista y aún de exagerado pragmatismo sanchopancesco. A esa identidad<br />

nacional española, desarrollada en medio de unos intereses económicos y políticos<br />

muy reales que abarcan todos los territorios y gentes de España, se van<br />

unir los nuevos movimientos nacionalistas de catalanes, vascos y gallegos. <strong>El</strong><br />

nacionalismo catalán surge, en gran medida, como una confluencia del descontento<br />

con la política castellanizante de la Restauración y de la evolución<br />

del catalanismo cultural surgido en la Renaixenca del siglo xix, con la poesía<br />

de Aribau y Pedro Mata, de Verdaguer y Maragall, y con la obra histórica y de<br />

teoría política de Milá Fontanals y V. Balaguer, de Valentí Almirall y Prat de<br />

la Riba. <strong>El</strong> nacionalismo vasco, que a diferencia del catalán, no contó nunca<br />

con una “nacionalidad” homogénea y que participó ampliamente en todas<br />

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