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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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homosexuales, e incluso delincuentes comunes– señala cómo, en España, se<br />

establecen ya en el siglo xv hospitales para locos en Valencia, en Zaragoza, en<br />

Toledo, en Sevilla, en Valladolid, que tienen un carácter médico, de cuidado<br />

del enfermo mental, frente al mero sentido correcional –penalizador de la<br />

perturbación del buen orden racional burgués, originada por los insensatos–<br />

que van a tener los grandes hospitales generales, como el de París (79). No<br />

es extraño, pues, que el gran documento de donde va partir la renovación<br />

científica española, a fines del xvii, sea la Carta filosófico-médico-química, de<br />

Juan de Cabriada; y tampoco es casualidad que el exponente máximo del<br />

pensamiento español moderno a fines del siglo xvi sea el Quod nihil scitur,<br />

Oue nada se sabe, del médico galaico-portugués, formado en la escuela de<br />

Montpellier, Francisco Sánchez. Marcelino Menéndez Pelayo, en el prólogo<br />

a la edición del libro de Sánchez, señalaba que el empeño de éste no era menor<br />

que el de Descartes: rehacer totalmente la síntesis científica, mostrando<br />

si es posible saber alguna cosa y cuál es el método que nos lleve a esa ciencia<br />

segura y novísima. “Las palabras con que Francisco Sánchez en 1576 –escribe<br />

Menéndez Pelayo– nos declara que después de haber pasado por la filosofía de las<br />

escuelas, y por un período en que le invadió lo que Kant llama el tedio del pensar,<br />

buscó una tabla a que asirse en el naufragio de todas las tesis dogmáticas, y se encerró<br />

dentro de su propia conciencia y empezó a dudar de todo, hasta de los primeros<br />

principios, son punto por punto las mismas con que Descartes había de encabezar<br />

en 1637 su Discurso del método” (80). Sánchez quería fundamentar un saber<br />

experimental, anclado en las cosas y no en la autoridad de los libros, con un<br />

programa que se podría resumir en una frase: “guerra al silogismo y paso a la<br />

inducción”. Se trataba de un precartesianismo temprano, que naufragó en el<br />

mar intolerante de la España cerrada.<br />

En un segundo momento, que comprende los años centrales del siglo xvii,<br />

las nuevas doctrinas científicas penetran en España y tienen bastantes defensores,<br />

aunque la mayoría vegeta en la esterilidad del peor escolasticismo. Se<br />

habían acabado los días de la gran escolástica española tardía, de Vitoria, de<br />

Molina, de Soto, de Suárez. Este último había desarrollado un sistema de<br />

pensamiento profundo, que tuvo repercusión en toda Europa, reconocido por<br />

cabezas tan agudas como las de Leibniz y Schopenhauer. En su estudio sobre<br />

Suárez, Ferrater Mora destaca la modernidad de sus planteamientos filosóficos,<br />

cercanos en muchas de sus conclusiones a ideas posteriores de Descartes<br />

y Leibniz. Pero todo ello se agostó en el páramo científico del segundo tercio<br />

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