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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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textos de <strong>El</strong> Príncipe, y de los Discursos, resume así el pensamiento del secretario<br />

florentino: “La necesidad hace al hombre no sólo virtuoso, sino también bueno.<br />

Los hombres, en general, no tienen inclinación natural hacia la bondad. Por consiguiente<br />

no sólo es posible hacerlos y mantenerlos buenos mediante la necesidad.<br />

Esta necesidad es impuesta a los hombres originariamente por la naturaleza nohumana,<br />

por el terror originario. Pero la bondad cuasi-original es inseparable<br />

del desamparo y de la penuria. Los hombres están, por consiguiente, obligados a<br />

formar sociedades con objeto de vivir en paz y seguridad. La seguridad que proporciona<br />

la sociedad aboliría la necesidad de ser bueno si la primaria necesidad<br />

de ser bueno no fuera reemplazada por una necesidad de ser bueno que procede<br />

de las leyes, es decir, del castigo o de la amenaza del castigo: por una necesidad<br />

que tiene su origen en los hombres. A los hombres que viven en la sociedad sólo es<br />

posible hacerlos y mantenerlos buenos mediante coacción atemorizadora que tenga<br />

su origen en otros hombres” (17).<br />

En esta larga cita ya asoma el lobo de Hobbes. <strong>El</strong> bien moral, la justicia o<br />

la virtud emanan del poder coactivo del Estado. He ahí cómo se alza la virtú<br />

capaz de mantener y fortalecer un estado floreciente como la máxima cualidad<br />

del gobernante, ya sea para fundar una comunidad política nueva, ya sea para<br />

mantenerla, expandirla o regenerarla. Los presupuestos morales y religiosos<br />

sólo tienen sentido al servicio de esa virtú. Por eso el cristianismo, mejor dicho,<br />

la Iglesia católica y el papado son responsables de haber hecho un mundo<br />

débil a partir de su conquista de una Roma corrompida, carente de virtú. Pero<br />

la religión es útil a la república y puede resultar imprescindible cuando no<br />

existe un príncipe de sobresaliente virtud. En ese caso, el temor de Dios que<br />

extiende la religión es necesario para que no se derrumbe la república. De ahí<br />

que el príncipe no necesite ser religioso pero deba aparentarlo. Maquiavelo<br />

llega incluso a decir que la apariencia de religión es más importante para el<br />

príncipe que cualquier otra cosa (18). Esta teoría de la religión al servicio del<br />

poder, que hacía imposible la separación de la Iglesia y el Estado, correspondía<br />

a un concepto maquiavélico de la divinidad que fue derivando hacia su idea<br />

de Fortuna. Maquiavelo, a la manera de los astrólogos de su tiempo, habla<br />

mucho más del “cielo” que de los dioses, y el “cielo” acaba por identificarse<br />

con Fortuna, la diosa que gobierna una parte del pequeño mundo humano<br />

(19). Esta Fortuna, que reemplaza a los dioses, es malévola, traicionera, enemiga<br />

de los deseos y aspiraciones del hombre. Los apetitos humanos, viene<br />

a decir Maquiavelo en los Discursos, deben a la naturaleza el quererlo todo,<br />

– 25 –

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