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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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con la valentía. Y aquí es donde el fascismo equivocó las cosas, enarbolando<br />

la fuerza y la supuesta valentía contra la inteligencia crítica y el espíritu rebelde<br />

en busca de libertad. Pretender que la barbarie nazi o el exterminio judío<br />

hallaban justificación en el Superhombre y la voluntad de poder de Nietzsche<br />

fue una de las grandes aberraciones que el totalitarismo político ha cometido<br />

en el siglo XX. Pero identificar la filosofía de Nietzsche con el prefascismo, y<br />

aún con la intolerancia racial del nacional-socialismo –como estuvo de moda<br />

durante cierto tiempo, especialmente en muchos comprometidos con la “libertad”<br />

del Gulag– es una de las grandes injusticias que la pasión política ha<br />

cometido “en el siglo XX” contra la honestidad intelectual y la valentía moral.<br />

Nietzsche, la conciencia más lúcida del nihilismo contemporáneo, no puede<br />

ser confundido nunca con Rosemberg o con Goebbels. <strong>El</strong> hecho de que<br />

afirmara que, muerto Dios, nos toca a nosotros gobernar la tierra y lograr el<br />

imperio del mundo, no tiene nada que ver con el sueño imperial, iluminado y<br />

fanático, de ningún Reich, ni con la voluntad criminal de poder y exterminio<br />

de ningún Hitler. Hace ya medio siglo, mucho antes de las reivindicaciones<br />

postmodernas, Georges Bataille había escrito un libro en comunión con<br />

Nietzsche, donde ya quedaban arrumbados muchos equívocos, aunque le hicieron<br />

poco caso: “Nietzsche –escribía, entonces, Bataille– es el hombre más ajeno<br />

a lo que bajo el nombre de muerte execra a la vida y bajo el nombre de reacción,<br />

al sueño. Entre las ideas de un reaccionario fascista o de otro tipo y las de Nietzsche<br />

hay algo más que una diferencia: hay una incompatibilidad radical” (30).<br />

Los fascistas, claro, se sirvieron de Nietzsche, falsificándolo, en lo que les<br />

convenía. Pero los marxistas-leninistas también se apropiaron de él a su manera<br />

para engendrar su par ticular destrucción de la libertad. Y aquí debemos ceder<br />

la palabra a Albert Camus: “<strong>El</strong> no absoluto –escribe– había llevado a Stirner a<br />

divinizar al crimen al mismo tiempo que al individuo. Pero el sí absoluto conduce<br />

a universalizar el asesinato al mismo tiempo que al hombre mismo. <strong>El</strong> marxismoleninismo<br />

ha tomado realmente por su cuenta la voluntad de Nietzsche, mediante<br />

la ignorancia de algunas verdades nietzscheanas. <strong>El</strong> gran rebelde crea entonces con<br />

sus propias manos, encerrándose en él, el implacable reino de la necesidad. Liberado<br />

de la prisión de Dios, su primera preocupación será construir las cárceles de la<br />

historia y de la razón, acabando así el camuflaje y la consagración de ese nihilismo<br />

que Nietzsche había pretendido vencer” (31). La pasión de Nietzsche por la<br />

libertad, que había originado su rebelión metafísica, al traducirse a la ideología<br />

y a la práctica del revolucionarismo político, se convirtió en cesarismo<br />

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