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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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Erasmo, abarcando los orígenes de la institución real, las fuentes del poder, las<br />

artes del gobierno, la educación y las virtudes del príncipe, las relaciones entre<br />

el soberano y los vasallos y, finalmente, la cuestión de los concejos y de los<br />

consejeros del príncipe. De todo ello sólo llegó a escribir unos prolegómenos<br />

de la última parte: <strong>El</strong> concejo y los consejeros del Príncipe (112). Pero tanto en<br />

ella como en un proyecto de paz que redactó en 1575, los Remedios, se respira<br />

un aire laico, al margen de la doctrina de los escolásticos españoles, donde<br />

se condena la guerra para expandir la fe católica y se critican las violencias<br />

de los españoles en los Países Bajos. Furió Ceriol, en la línea de Maquiavelo,<br />

considera que el arte de gobernar tiene poca relación con las virtudes y la vida<br />

privada, recomendando al príncipe una técnica neutra en el manejo del poder,<br />

guiada por el único norte de la eficacia, y rechazando cualquier intervención<br />

de la divinidad en los asuntos de los hombres, como ha observado Henry<br />

Méchoulan, estudioso atento de nuestros heterodoxos (113).<br />

Pero la obra de Furió Ceriol –entusiasta del pensamiento crítico, apóstol<br />

de la tolerancia y del universalismo pacífico, que negaba a España cualquier<br />

derecho para invocar misiones sobrenaturales y para imponer mediante la<br />

guerra ideologías sectarias– iba a contrapelo de un siglo beligerante, donde<br />

se unían la reprobación del maquiavelismo y la imposición violenta de la<br />

religión por razón de Estado. En el libro de Maravall sobre el pensamiento<br />

español del siglo xvii, podemos ver cómo, a lo largo del Barroco, una serie de<br />

escritores repite y afina los mismos argumentos contra Maquiavelo, desde Ribadeneyra,<br />

Márquez o Juan de Torres, hasta Quevedo, Gracián, Martín Rizo<br />

o Saavedra Fajardo (114). En el caso de este último, cuando se enfrentó con<br />

la razón de Estado, ya ésta había pasado el proceso de asimilación cristiana<br />

llevada a cabo por los Botero y los Ribadeneyra, diferenciadores entre la buena<br />

y la mala razón de Estado. Saavedra hace en muchas ocasiones referencia<br />

a esa distinción entre las dos formas, aconsejable y reprobable, de la razón<br />

de Estado, aunque precisó mal sus conceptos (115). Su pensamiento es contradictorio<br />

y con frecuencia se ve atrapado entre la condenación teórica del<br />

maquiavelismo y la recomendación práctica de sus principios. Saavedra –que<br />

tenía una visión pesimista de la naturaleza humana y que escribió, antes de<br />

Hobbes, que el mayor enemigo del hombre es el hombre– aconseja al príncipe<br />

que obre según las exigencias de la razón de Estado, olvidando sus afectos, sus<br />

inclinaciones, sus deseos más personales. “Conviene que el príncipe –dice en<br />

las Empresas– no se gobierne por sus afectos, sino por la razón de Estado”. “No ha<br />

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