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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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de la familia para percibir al otro, él o ella. A veces, porque ella ha hecho<br />

valer unos argumentos y unos derechos que obligan a mirarla de otro modo;<br />

en otras ocasiones, porque a él se le clarificó o iluminó la mirada. “Quité la<br />

máscara y me vi en el espejo”, dice un bello verso de Fernando Pessoa. Narciso,<br />

sin máscara, se ve a sí mismo de un modo más realista, que le permite afinar<br />

su percepción de la mujer que con él convive, la cual aparece también entrenada<br />

en las nuevas formas de mirarse. Pero eso que facilita la comprensión y<br />

la convivencia en el orden privado de la pareja, puede dificultar las cosas en la<br />

vida pública, porque ahí “llevar una máscara es la esencia de la civilidad…, que<br />

tiene como finalidad defender a los otros de verse abrumados por uno mismo”,<br />

según la expresión de Richard Sennet (169).<br />

La máscara oculta a quien la lleva, pero, a la vez, permite la expresión pública<br />

de sentimientos y emociones de los actores sociales, que no se harían sin<br />

ese grado mínimo de reserva que la máscara hace posible. Un exceso de narcisismo<br />

puede resultar nocivo para la convivencia pública, pero también para la<br />

relación con los hijos, que reciben de las familias normas culturales que pueden<br />

parecerles el colmo del cinismo, si no hay un poco de recato enmascarado<br />

por parte de unos padres narcisos. Algo de eso le ha ocurrido a los protagonistas<br />

ruidosos de mayo del 68, que iban a poner fin al satanizado capitalismo y<br />

acabaron encaramados en las cumbres de las estructuras capitalistas actuales,<br />

al mismo tiempo que reprochan a sus vástagos su nula capacidad de utopía. La<br />

vida social es siempre representación y un uso discreto de la máscara facilita la<br />

vida del teatro. La familia, institución privada, no puede disociarse de su proyección<br />

pública. Y más en el caso de las relaciones paternofiliales, que transmiten<br />

las pautas culturales de la situación familiar. Robert Merton ya llamó la<br />

atención sobre ello, hace más de medio siglo: “La familia –escribe– es, desde<br />

luego, la principal cadena de transmisión para la difusión de las normas culturales<br />

a las generaciones nuevas. Pero lo que pasó inadvertido hasta muy recientemente es<br />

que la familia transmite en gran parte la cultura que es accesible al estrato social y<br />

a los grupos en que se encuentran los padres. Es, por lo tanto, un mecanismo para<br />

disciplinar al niño en relación con las metas culturales y las costumbres de este<br />

estrecho margen de grupos”. Y la socialización puede ser en parte inadvertida<br />

por los padres, pero sí observada por los hijos: “<strong>El</strong> niño está también laboriosamente<br />

ocupado en descubrir y actuar de acuerdo con los paradigmas implícitos<br />

de valoración cultural, de jerarquización de las personas y las cosas, y de concepción<br />

de objetivos estimables, así como en asimilar la orientación cultural explícita<br />

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