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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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algunos textos de Campomanes, la penetración de las ideas de Montesquieu y<br />

Rousseau, las posiciones adoptadas por Cañuelo, Ibáñez de Rentería, León de<br />

Arroyal, Valentín Foronda o el autor anónimo de las Cartas al conde de Lerena.<br />

Por otra parte, Maravall aduce que la concepción estamental de la sociedad en<br />

que se basaba la monarquía absoluta había tomado la idea del contrato social<br />

como fundamento del orden político; que el propio Rousseau se declaraba<br />

monárquico; y que en toda Europa, antes de la Revolución, las críticas del<br />

absolutismo eran harto moderadas (210).<br />

Lo que dice Maravall es bastante cierto, pero también lo es que la crítica<br />

política en España era menos profunda, y que, en el orden religioso –dejando<br />

aparte la cuestión del regalismo y la expulsión de los jesuitas, que tenían más<br />

que ver con el absolutismo monárquico que con las crítica de la religión– los<br />

ilustrados españoles se movían entre la piedad y el miedo a la Inquisición, la<br />

cual, por otra parte, a veces seguía atreviéndose con gentes poderosas, como<br />

Campomanes y Olavide. Carlos III se fue al otro mundo sin haber abolido<br />

en éste el Tribunal del Santo Oficio, y se dice que, cuando le insistían en que<br />

suprimiera tan anacrónica institución, se limitó a contestar: “ los españoles la<br />

quieren y a mí no me molesta”. En realidad, más que no molestarle, le convenía,<br />

pues todo el mundo sabe que la Inquisición era un instrumento político en<br />

manos de los monarcas, y por eso el Conde de Aranda fracasó en su intento<br />

de suprimirla, con independencia de que Voltaire, a quien había confiado el<br />

proyecto, hubiese cometido la indiscreción de alabarlo por ello en el Diccionario<br />

filosófico antes de que fuera una realidad (211). En cambio, cuando le<br />

convino, igualmente por razones políticas, expulsar a los jesuitas, Carlos III<br />

ordenó sin vacilación al conde de Aranda que lo hiciera, el cual, en contra de<br />

lo mantenido por la leyenda, no tuvo responsabilidad alguna en la expulsión,<br />

limitándose a cumplir la órden del rey. <strong>El</strong> libro del Olaechea y Ferrer Benimelia<br />

sobre <strong>El</strong> Conde de Aranda, donde se reflejan anteriores estudios de Olaechea<br />

sobre la cuestión, deja las cosas muy claras en este punto (212).<br />

La Ilustración española, que en la primera mitad del siglo enlazaba intelectualmente<br />

con el movimiento de los novatores del último tercio del siglo<br />

xvii, continuando el impulso renovador y el espíritu crítico que podemos<br />

contemplar en el P. Feijoo o Gregorio Mayáns, en la segunda mitad acentuó<br />

la secularización y el reformismo en el orden político, pero con una mayor<br />

mediatización del clero y de la religión que la existente en otras ilustraciones.<br />

Es cierto que en la Francia alabada como templo de la razón y de las luces,<br />

– 231 –

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