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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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su diatriba contrarrevolucionaria (141). Pero Burke, en nombre del liberalismo,<br />

va causar la perplejidad de quienes veían en la Revolución Francesa una segunda<br />

edición de la “Gloriosa” Revolución Inglesa del siglo anterior. <strong>El</strong> diagnóstico de<br />

Burke acerca de la aberración y el extravío del proceso revolucionario francés se<br />

hace, precisamente, en nombre del legado histórico de la prudente Revolución<br />

Inglesa, que había sustituido la tradición de los derechos y libertades británicas,<br />

respetando los principios de la Corona, frente al individualismo abstracto de la<br />

Revolución Francesa, que enarbolaba unos derechos del hombre incompatibles<br />

con las verdaderas libertades de los individuos concretos, y de los cuerpos intermedios<br />

de la sociedad histórica. Burke no duda de que “la Revolución de 1688<br />

nació de una guerra justa”, pero también le parece “indiscutible que la Revolución<br />

no nos ha otorgado el derecho de elegir nuestros Reyes”, y, además, “nuestra Constitución<br />

no conoce una magistratura semejante a la del justicia de Aragón, ningún<br />

tribunal legalmente constituido o procedimiento legalmente establecido que pueda<br />

exigir al rey la responsabilidad propia de quienes son servidores” (142).<br />

La Revolución Inglesa fue respetuosa con las tradiciones y derechos históricos<br />

de las instituciones inglesas, en cambio, en Francia, se desvirtuó desde el<br />

principio la reunión de los Estados Generales, gracias a las maniobras del gran<br />

número de “abogados” y “curas de aldea” que conforman el Tercer Estado. Esas<br />

gentes, dice Burke, llevadas por sus teorías sobre los derechos del hombre,<br />

han dado en una manía niveladora de las condiciones, que hace tabla rasa de<br />

los talentos y de las propiedades, ignorando que “aquellos que intentan nivelar,<br />

jamás igualan” (143). Los Derechos del Hombre proclamados por la Revolución<br />

Francesa vendrían a ser expresión de una doctrina metafísica, surgida del<br />

dogma absurdo de la igualdad, sin respeto alguno para las capacidades y las<br />

cabidas individuales que generan la desigualdad reinante en la sociedad civil.<br />

Además, esos derechos resultan insolidarios con la verdadera naturaleza histórica<br />

del ser social, que jamás puede identificarse con esa abstracción filosófica<br />

del contrato social, que sólo puede conducir a una saturnal de turbulencias<br />

y desórdenes previos a la tiranía. Las revoluciones destruyen sin construir, y<br />

todo el mundo sabe que la rabia y el delirio pueden arrasar en media hora<br />

cosas que la prudencia y la previsión había necesitado un siglo para ser edificadas.<br />

De ahí su apuesta por las reformas ordenadas. “Tendencia a conservar<br />

y espíritu de mejora: he aquí, según mi opinión, las dos cualidades propias de un<br />

estadista –escribe Burke, en las Reflexiones– Fuera de esto sólo hay vulgaridad en<br />

la concepción y peligros en la ejecución” (144).<br />

– 344 –

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