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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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el movimiento y dinámica de la vida psíquica. Para comprender la fuerza que<br />

se halla detrás de las diferentes metamorfosis del alma, es preciso suponer,<br />

según decía Cassirer, un principio radical dinámico, que no es posible hallarlo<br />

en la nueva representación o pensamiento, sino que debe buscarse también<br />

en el desear y el tender, dado que el impulso es anterior al conocimiento (82).<br />

Es decir, en contra de lo afirmado por la psicología de Descartes, no es la voluntad<br />

la que se funda en la representación: es la representación la que se basa<br />

en la voluntad, iniciándose aquí la orientación voluntarista que llevará hasta<br />

Schopenhauer y su Mundo como voluntad y representación, para desembocar<br />

en el pragmatismo moderno. Pero el sensualismo de Condillac, al procurar la<br />

comprensión total de la vida anímica mediante el juego y combinación de las<br />

sensaciones, quedaba a un paso del puro materialismo. Y ese es el paso que<br />

dió Helvetius.<br />

<strong>El</strong> libro de Helvetius se titulaba Del Espíritu, pero se trataba de un espíritu<br />

rebelde frente al que su época pregonaba por todas partes. Frente a la idea<br />

de un sujeto moral, libre y responsable, proclamando las excelencias de una<br />

justicia y unos valores universales, Helvetius venía a decir que no hay sujeto<br />

en nombre del cual se pueda hablar, que no existe esencia humana libre para<br />

distinguir el bien del mal, que el hombre sólo puede amar la ley y los valores<br />

universales cuando éstos satisfacen su natural deseo de placer, y que, después<br />

de todo, “juzgar no es más que sentir” (83). Reducir el juicio a la sensación,<br />

fundamentar la virtud en el interés, decir que el espíritu es un mero producto<br />

de la educación, era algo que no podía gustar a Voltaire, ni tampoco a Rousseau.<br />

Pero decir que el hombre es un producto del orden social, que su miseria<br />

no es debida a la naturaleza ni a pecado alguno, sino a la organización política<br />

y social que los dirigentes han encauzado de modo diverso en la historia, era<br />

hacer recaer el mal en quienes dirigen, organizan y mantienen el orden social,<br />

y eso ya no era cuestión de “esprit”, ni de discusión de philosophes: eso era<br />

atentar contra los supuestos del poder del “ancien régime”, de la monarquía,<br />

nobleza y clero juntos, con sus “valores espirituales” en peligro. <strong>El</strong>lo explica de<br />

sobra la aparente paradoja de una época llena de “esprit”, donde se condena<br />

un libro sobre Le Esprit y se maldice a su autor.<br />

<strong>El</strong> materialismo de Helvetius, sin embargo, no era un materialismo casi<br />

fisiológico, como el de La Mettrie, ni un materialismo mecanicista, como<br />

el del barón d’Holbach, sino un materialismo que Belaval ha llamado materialismo<br />

psicológico (84) y que en la realidad era un materialismo de tipo<br />

– 175 –

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