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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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sistema newtoniano, lo mismo que la obra naturalista de Buffon, especialmente<br />

en Épocas de la naturaleza, pondrá el acento en trazar una historia física<br />

del mundo, lejos de los dogmas religiosos, apoyada en los hechos observables<br />

y el conocimiento teórico de la naturaleza.<br />

La nueva visión había exigido una extraordinaria dosis de esfuerzo y compromiso<br />

personal, a veces con sacrificio de la propia vida, como en el caso de<br />

Giordano Bruno, quemado en el Campo de Fiore en el alba del gran siglo de<br />

la ciencia y de los genios. En esa aventura arriesgada del conocimiento, Bacon<br />

había elevado la ciencia natural a la condición de reina del muevo universo<br />

científico, en un medio que desarrollaba técnicas y máquinas para dominar<br />

la naturaleza; una naturaleza que se asimilaba a la regularidad mecánica de<br />

un reloj, como tempranamente escribió Robert Boyle: “la naturaleza es como<br />

un fino reloj, acaso como el de Estrasburgo, donde todas las cosas fueron tan hábilmente<br />

concebidas que la maquinaria, una vez puesta en movimiento, todas<br />

las cosas proceden de acuerdo con el primer designio del artífice” (69): Galileo,<br />

que a diferencia de Boyle era un gran matemático, prefería, como visión de la<br />

naturaleza, la de una estructura matemática que se podía leer como un libro<br />

en clave: “La filosofía –escribe en <strong>El</strong> ensayador– está escrita en ese grandísimo<br />

libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede<br />

entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los<br />

que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos,<br />

círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra;<br />

sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto” (70).<br />

En la nueva idea de la naturaleza se quiebra la forma fija de la imagen antigua<br />

y medieval del mundo, con dos concepciones del espacio y el tiempo, que<br />

ahora se van a ampliar hasta el infinito. Tanto en los cielos como en el sistema<br />

de valores el devenir empieza a desplazar al ser. En Bruno irrumpe por vez primera<br />

el sentimiento cósmico de un devenir infinito al que sólo se tiene acceso<br />

mediante la razón, y le hace sentir como una embriaguez de espacio, al ser<br />

liberado de la estrechez finita del mundo ptolemáico. “Extendí mis alas confiado<br />

por el espacio/ –canta Bruno-. No sentí barreras de cristal ni vidrio;/ Hendí<br />

los cielos y me remonté hacia el infinito” (71). Esta plenitud física y estética del<br />

infinito, ante la cual el hombre siente su soledad, a la manera de un paisaje<br />

de Jacobo van Ruysdel, produce a veces, como en Pascal, un sentimiento de<br />

desproporción ante la inmensidad de la naturaleza y la pequeñez del hombre,<br />

que se ve como perdido en su miserable alojamiento, como una nada respecto<br />

– 169 –

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