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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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juicios, instituciones, afanes e intereses que los hombres consideran puramente<br />

objetivos, a veces sin una conciencia clara de su interesada visión del asunto.<br />

Pero, en la mayoría de los casos, se trata de una estrategia más del dominio<br />

del varón, que procura buscar una justificación y una supuesta base objetiva<br />

que transformen la fuerza en derecho, como ocurre también en otros órdenes<br />

de la dominación, ya sea en la política, en la religión o en la economía. “Si la<br />

voluntad del pater familias impuesta a la casa –escribe Simmel– aparece revestida<br />

con el manto de la “autoridad”, ya no es posible considerarla como explotación<br />

caprichosa de la fuerza, sino como expresión de una legalidad objetiva, orientada<br />

hacia los intereses generales, impersonales, de la familia. Según esta analogía, la<br />

superioridad psicológica de las manifestaciones masculinas sobre las femeninas, en<br />

virtud de la relación de dominio entre el hombre y la mujer, se convierten en una<br />

superioridad, por decirlo así, lógica. Lo que el hombre hace, dice, piensa, aspira a<br />

tener la significación de una norma, porque revela la verdad y exactitud objetivas,<br />

válidas por igual para todos, hombres y mujeres” (155).<br />

De esta forma, elevado lo masculino a la categoría de lo objetivo y del criterio<br />

cierto, alejada la posibilidad de reconocer la independencia del principio<br />

femenino, envuelta a veces en consideraciones místicas, resulta que la mujer<br />

no puede ser juzgada imparcialmente desde ningún punto de vista, a menos<br />

que se introduzca una valoración asentada en las categorías de la feminidad.<br />

Este sutil razonamiento de Simmel no ha sido comprendido en su real profundidad<br />

por algunas y algunos representantes del feminismo radical, perdidos<br />

en la confusión embarullada del género. Sin embargo, algo se movía en esa<br />

dirección, desde los primeros días del movimiento feminista europeo, cuando,<br />

en la aurora del Renacimiento, Christine de Pisan irrumpe en el debate<br />

literario de las querelles des femmes, paralelo al de la querella de los antiguos y los<br />

modernos, con su Libro de la ciudad de las damas, donde combate la supuesta<br />

inferioridad de las mujeres por razones innatas, originándose la que pueda<br />

hallarse en la práctica en su inferior educación y en las costumbres sociales.<br />

Y en ello insistirán mujeres escritoras como Marie de Gournay, Catherine<br />

Macaulay, María de Zayas, Mary Wollstonecraft o Josefa Amar y Borbón, una<br />

española ilustrada que, en su Discurso en defensa del talento de las mujeres y de<br />

su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres, se empeñó<br />

en mostrar la situación contradictoria en que se hallaban las mujeres, en su<br />

día puestas de moda, como consecuencia de la contradicción de los hombres,<br />

que “les niegan la instrucción y después se quejan de que no la tienen” (156).<br />

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