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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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<strong>El</strong> escenario para la actuación de los ilustrados españoles era de una deprimente<br />

condición. Como telón de fondo aparecía una mísera masa rural,<br />

resignada, ignorante y rutinaria, sobre la cual recaían un sinfín de cargas,<br />

tributos y servicios, que no podían compensar al erario público de las exenciones<br />

privilegiadas de una clase ociosa de nobles y religiosos, pero que dejaban<br />

extenuados a los pobres campesinos. Tanto Jovellanos como Cavanilles o<br />

Cabarrús, constatarán ese nivel de miseria y atraso de nuestro lumpenproletariado<br />

rural, ni siquiera bien explotado por la legión de curas, frailes y aristócratas<br />

ociosos, que ponían su mayor timbre de gloria en no ejercer ningún<br />

oficio útil. Hacer salir a ese pueblo, inculto y miserable, de la rutina, ya fuese<br />

para convencerle de la vacuna contra la viruela, de la conveniencia de cultivar<br />

las patatas traídas de América, o del empleo del torno de hilar en vez de la<br />

rueca, era una empresa desesperada. <strong>El</strong> apego al pasado, la desconfianza hacia<br />

la novedad, las prácticas desertizadoras –como la animadversión del campesinado<br />

español contra el árbol– la ignorancia, las supersticiones favorecidas<br />

por el clero fanático y milagrero, hacían la tarea de los modernizadores lenta<br />

y poco eficaz. Era preciso comenzar por una enseñanza indispensable, como<br />

señalaba Jovellanos en su Informe sobre la ley agraria, procurando extenderla<br />

y, al mismo tiempo, corregir sus métodos estériles. Cabarrús nos describe “los<br />

rebaños de muchachos conducidos en nuestras calles por un escolapio armado de<br />

su caña” (217), y Meléndez Valdés habla de los pobres niños abandonados a la<br />

ineptitud de mercedarios mal pagados. Se imponía, pues, una labor educativa,<br />

y educación es palabra que resuena continuamente en el batallón ilustrado.<br />

Desde Feijoo, que se lanza a escribir a los cincuenta años, “para desengaño de<br />

errores comunes”, hasta Cabarrús, que a finales de siglo planifica una educación<br />

racional de los ciudadanos para curar al pueblo embrutecido “por la opresión y<br />

el error”, se espera que la reforma y el progreso de la sociedad española surjan<br />

de una renovación pedagógica.<br />

La miseria y la incultura no son exclusivas del campo. En las ciudades –llenas<br />

de iglesias, conventos y hospitales, en vez de las fábricas y talleres necesarios–<br />

se daba una vida triste, acosada por ejércitos de mendigos, donde la falta<br />

de productividad, la incultura y la excesiva frecuentación de tabernas, naipes<br />

y toros, generaban una vida miserable, invadida por un majismo plebeyo que<br />

podemos ver reflejado en los sainetes de D. Ramón de la Cruz. Especialmente<br />

el espectáculo de los toros, que ahora se convierte en una de las aficiones predilectas<br />

de los españoles, desataba las iras de los ilustrados, que intentan, y a<br />

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