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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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China empezó a ponerse de moda por las noticias de los jesuitas. De pronto,<br />

se abría a la contemplación de los ilustrados la figura de Confucio, quien,<br />

sin necesidad de revelación alguna, mucho antes del cristianismo, enseñaba<br />

una religión sin misterios, una moral sencilla y racional. Voltaire muestra su<br />

entusiasmo por China, indicando, en la mejor línea de Montaigne, que nuestra<br />

incomprensión de su cultura solo procede de nuestros prejuicios (143).<br />

Debemos abrir nuestro espíritu a una nueva interpretación de los pueblos<br />

del mundo, a una nueva visión de la cultura universal, secularizando así la<br />

totalidad de la Historia.<br />

La pretensión de Voltaire de captar el espíritu de las naciones, el espíritu de<br />

las épocas, se hallaba ya en <strong>El</strong> siglo de Luis XIV, que comienza diciendo que a él<br />

no le interesa contar la historia de un solo hombre, sino pintar el espíritu del<br />

siglo más esclarecido que ha producido la humanidad. Las conquistas de ese<br />

siglo arrojan más luz, ellas solas, que todas las épocas pasadas (144). Voltaire<br />

rinde así culto a su fe en el progreso de la humanidad, desde la bárbara rusticidad<br />

de la época de Carlomagno hasta la gentileza de su tiempo. Pero conviene<br />

matizar esa actitud. Aunque hable a veces de los “progresos del espíritu humano”,<br />

como un anticipo de Condorcet, su idea del perfeccionamiento social<br />

era menos optimista que el de Condorcet, e incluso que el de Abad de Saint-<br />

Pierre. <strong>El</strong> Abad, que pertenecía al mismo círculo intelectual de Fontenelle,<br />

asiduo de los salones de Madame Dupin y Madame de Lambert, educado en<br />

los principios del cartesianismo, se hizo famoso por su proyecto para establecer<br />

la paz perpetua: una alianza permanente de todos los soberanos de Europa<br />

para garantizarse unos a otros la conservación de sus Estados, renunciando a<br />

la guerra como medio de arreglar sus diferencias (145). Con independencia<br />

de ese proyecto, que suscitó críticas mordaces, el Abad de Saint-Pierre esbozó<br />

una concepción progresiva de la civilización, que situaba la edad de oro en el<br />

futuro, a partir de la creencia en un perfeccionamiento continuo e indefinido,<br />

no sólo de la ciencia, sino también de la naturaleza del hombre y de sus<br />

condiciones sociales. <strong>El</strong> avance ineluctable sería tanto de la razón especulativa<br />

como de la razón práctica.<br />

Voltaire, pregonero del progreso de la humanidad, creía, en cambio, como<br />

Maquiavelo, que la naturaleza humana no había variado. La razón, fuerza básica<br />

del hombre, nos es dada desde un principio, es la misma en todas partes<br />

y no se ve afectada por el progreso. Lo que sí acontece es una clarificación<br />

de la razón, un aumento de su transparencia a lo largo del proceso histórico,<br />

– 202 –

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