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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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igual que no había que aguardarla de nuestro carnicero, en el conocido texto<br />

de Adam Smith, los Estados del Bienestar tendrían que haber hecho algo más<br />

en sus supuestos políticos redistribuidores. Es cierto que dichos Estados benefactores<br />

son nacionales, pero tampoco han cumplido los fines proclamados<br />

dentro de sus fronteras. Al contrario. “En la década de los 80 –escribe Lester<br />

Thurow, en <strong>El</strong> futuro del capitalismo– todas las mejoras en los salarios de los varones<br />

fueron a parar al 20% de la fuerza laboral mejor retribuida, y un asombroso<br />

64% de ellas fueron absorbidas por el uno por ciento de los más privilegiados en la<br />

escala de los ingresos. Si se examinan las rentas en lugar de los salarios, ese uno por<br />

ciento todavía gana más: el noventa por ciento del total del ingreso de los beneficios.<br />

Las remuneraciones promedio de los 500 directores generales mejor pagados,<br />

según la revista Fortune oscilan entre 35 y 157 veces más que el salario medio de<br />

un obrero productivo… Los cambios materiales visibles de la riqueza fueron fiel<br />

reflejo de los ingresos y salarios. La participación en el activo neto de una mitad del<br />

uno por ciento de aquellos con mayores ingresos aumentó del 26 al 31 por ciento<br />

en tan sólo seis años entre 1983 y 1989. A principios de la década de los noventa,<br />

la participación de la riqueza poseída por el uno por ciento de la población (más<br />

del cuarenta por ciento del total) era básicamente el doble de la que había sido a<br />

mediados de la década de los setenta” (20).<br />

No hace falta insistir en el fracaso del Estado de Bienestar en la erradicación<br />

de la pobreza, dentro de sus propias fronteras nacionales, donde ha ido<br />

incrementándose el porcentaje de excluidos. Algunos, como Galbraith, piensan<br />

que al sistema no le interesa cambiar el hecho de que la subclase inferior,<br />

que no comparte los beneficios centrales del bienestar, resulta muy funcional<br />

para el progreso de la comunidad y se integra en el proceso económico, que<br />

sin ella no avanzaría, o lo haría con gran lentitud: “los pobres –escribe en La<br />

cultura de la satisfacción– son necesarios en nuestra economía para hacer los trabajos<br />

que los más afortunados no hacen y que les resultarían manifiestamente<br />

desagradables e incluso dolorosos. Y es siempre necesario que haya un suministro<br />

y una reposición constante de esos trabajadores”. Por eso, cuando ya no quedan<br />

en la subclase suficientes nativos, hay que recurrir a los extranjeros y organizar<br />

la inmigración, para que pasen a cumplir esas funciones (21). La corrosiva<br />

crítica de Galbraith es llevada aún más lejos por alguna pesimista visión del<br />

futuro de los pobres del mundo. La poca esperanzada idea sostiene que los antiguos<br />

ricos, como necesitaban a los pobres para crear y aumentar su riqueza,<br />

tenían que ocuparse de ellos y de sus problemas, aunque fuese de modo débil<br />

– 550 –

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