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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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de relaciones determinado por la familia, el matrimonio y la vida social, y sin<br />

poder utilizar su igualdad para constituir asociaciones como las que hacen<br />

los hombres. Sin embargo, en el presente –es decir, en los días de Simmel– el<br />

hogar se había disuelto ya lo suficiente para que pudiera surgir el problema<br />

“feminista”, como problema general de las mujeres, capaz de producir toda<br />

clase de acciones, cambios y asociaciones. Éste es un fenómeno innovador. <strong>El</strong><br />

aislamiento de las mujeres, originado por estar cada una de ellas sumergida en<br />

su individual círculo de interés, obedecía a la total diferencia entre la mujer y<br />

el hombre, convertido en personalidad superior por su formación, actividad y<br />

relaciones. La existencia femenina venía a ser complementaria de aquello que<br />

el hombre no quiere o no puede hacer. Al situarse últimamente en un plano<br />

de igualdad en la formación, actividad y libertad social, se coloca frente al<br />

hombre y acentúa su solidaridad con los intereses de otras mujeres. De este<br />

modo, a medida que se incrementa la igualdad de su posición, se desarrolla su<br />

sentimiento de independencia.<br />

Pero aquí, observa Simmel, el movimiento femenino proletario se mueve<br />

en dirección completamente opuesta al movimiento femenino burgués, y<br />

es lógico que así sea. A la mujer proletaria, el trabajo industrial le ha dado<br />

libertad económico-social, por miserable que fuera su libertad individual.<br />

La muchacha soltera va a la fábrica y se libera de la atmósfera familiar, y a<br />

la mujer casada, el trabajo fuera de casa la ha desligado de sus deberes del<br />

hogar y libertado de la subordinación al marido. <strong>El</strong>lo es así, aunque la explotación<br />

y las condiciones poco gratificantes de su trabajo le hace añorar<br />

el más limitado hogar, y si en la familia hubiera una situación económica<br />

propicia –derivada, por ejemplo, de un mayor sueldo del marido–, desearía<br />

volver a su papel de mujer madre de familia. En la clase burguesa, la<br />

evolución social y económica ha llevado fuera del hogar viejas actividades<br />

domésticas y funciones productivas, de modo que se siente más el encierro<br />

en el estrecho marco del hogar y se siente la necesidad de salir fuera, hacia la<br />

libertad del empleo en una actividad económica o, incluso, de voluntariado.<br />

Así, pues, se daría una diversidad en las aspiraciones prácticas: una clase de<br />

mujeres quiere volver a la casa, si se le resuelve la economía familiar; la otra<br />

clase quiere salir de casa, porque no tiene qué hacer en el hogar y porque<br />

está cansada de cumplir la función ociosa de demostrar la capacidad de pago<br />

de la familia a la que pertenece, según la apreciación mordaz que Thorstein<br />

Veblen hizo en su Teoría de la clase ociosa (165). Pero, prescindiendo de esta<br />

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