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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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a ser como un enfermo, irresponsable de su mal, pareciéndose el mundo a<br />

un “gran manicomio lleno de enfermos”, en deprimente metáfora de Nicole.<br />

Esta situación se debe a la profunda culpa del hombre contraída en el pecado<br />

original, complaciéndose Pascal y sus congéneres de Port Royal en la pintura<br />

del hombre como un ser pervertido y feo, pecador repulsivo y miserable, cuya<br />

pequeñez sólo puede acogerse a la gracia divina. <strong>El</strong> hombre pecador no puede<br />

hacer otra cosa que implorar el perdón de sus pecados y esperar a que Dios no<br />

se exceda en el castigo.<br />

Esta visión de la vida como infortunio pecaminoso iba en dirección opuesta<br />

a los ideales de progreso y bienestar fijados como objetivo por el hombre<br />

moderno. Los jesuitas, aún sin renunciar al pecado original, procuraron elaborar<br />

una doctrina más acorde con los nuevos valores de la sociedad burguesa,<br />

enfrentándose a los jansenistas, en el sentido de abandonar la idea de un hombre<br />

malvado de nacimiento, aunque pudiera luego seguir pecando. Es decir,<br />

no se trataba de afirmar que se cometen pecados porque uno es esencialmente<br />

pecador, sino que uno puede resultar pecador sólo en el caso de que cometa<br />

pecados. La cosa puede parecer un juego de palabras, pero implica una gran<br />

diferencia de fondo. <strong>El</strong> nuevo planteamiento de los jesuitas suponía comprender<br />

las flaquezas humanas y disculparlas, facilitando la constitución de<br />

una nueva conciencia, libre, responsable y emancipada, del hombre burgués<br />

(108). Ya no se trataba de considerar la vida entera como pecado, según las<br />

ideas jansenistas, afirmando que un cristiano debe sentirse siempre culpable<br />

y anegado por remordimientos de conciencia; ahora, en la nueva concepción<br />

burguesa se afirmaba el verdadero reino del hombre, donde las acciones humanas<br />

no podían reducirse al móvil de la concupiscencia o la caridad, como<br />

establecía Pascal, sino que era posible una vida virtuosa, sin necesidad de estar<br />

pensando continuamente en Dios y en la otra vida. <strong>El</strong> hombre nuevo tiene<br />

confianza en el mundo y quiere afirmarse a sí mismo como hijo de ese mundo,<br />

pasarlo en él lo mejor posible, tratando de evitar el mal y huyendo de las<br />

lamentaciones por las miserias de la existencia terrena. Hay que buscar y conseguir<br />

la felicidad en esta vida, tal y como se dirá en una colección de máximas<br />

aparecida en los comienzos de la Revolución Francesa:<br />

“¿Qué necesita el hombre para ser tan feliz como pueda llegar a serlo?. Además<br />

del goce de la existencia tiene él otros mil goces, y cuando disfruta de salud, de<br />

libertad, de paz y del sustento necesario, no siente dolor” (109). Esa es, precisamente,<br />

la moral que gusta al nuevo universo ilustrado: “La Religión –podemos<br />

– 186 –

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