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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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acercó la Inquisición por ese motivo. En cuanto a la tortura, su uso por el Santo<br />

Oficio fue menos frecuente que su empleo por la justicia ordinaria en toda<br />

Europa. Ya lo había demostrado Lea, y han vuelto a reiterarlo Kamen, García<br />

Cárcel o Bennassar. Michel Foucault, por su parte, en su obra, Vigilar y Castigar,<br />

muestra cómo, hasta el siglo xviii, la tortura tiene su lugar reconocido<br />

en el derecho criminal clásico europeo, considerándose un medio idóneo para<br />

averiguar la verdad: “Se trata de una práctica reglamentada –escribe Foucault–<br />

que obedece a un procedimiento bien definido; momentos, duración, instrumentos<br />

utilizados, longitud de las cuerdas, peso de cada pesa, número de cuñas… todo esto<br />

se halla, de acuerdo con las diferentes costumbres, cuidadosamente codificado. La<br />

tortura es un juego judicial estricto. Y a causa de ello, por encima de las técnicas<br />

de la Inquisición, enlaza con las viejas pruebas empleadas en los procedimientos<br />

acusatorios: ordalías, duelos judiciales, juicios de Dios. Entre el juez que ordena<br />

el tormento y el sospechoso a quien se tortura, existe también como una especie de<br />

justa; sométese al “paciente” a una serie de pruebas, graduadas en severidad y de<br />

las cuales triunfa “resistiendo”, o ante las cuales fracasa confesando” (91).<br />

En la tortura, la práctica de la Inquisición fue tal vez más moderada que la<br />

feroz práctica civil. <strong>El</strong> potro, la garrucha o la toca eran procedimientos utilizados<br />

con arreglo a normas establecidas, y los Manuales del inquisidor insisten<br />

en la prohibición de innovar en materia de tortura o en la necesidad de no<br />

dejar tarado al torturado. “<strong>El</strong> tormento –dice un texto de Valencia, citado por<br />

García Cárcel– se ha de dar muy despacio y con moderación, según la caridad del<br />

delito y el ministro no ha de hacer visajes a los atormentados, ni amenazas, ni se<br />

les ha de hablar palabra… y han de tener gran advertencia los inquisidores que el<br />

ministro ate los cordeles de la mano izquierda y demás ligaduras… de suerte que<br />

no quede manco ni se le quiebre algún hueso” (92).<br />

En aquella Europa cruel y violenta, al menos se quería poner coto al sadismo<br />

de los torturadores. Sin duda, las meticulosas reglamentaciones del tormento<br />

serían papel mojado para la crueldad de múltiples ministros de la violenta prueba<br />

judicial, pero no hay ninguna razón para suponer mayor dosis de sadismo<br />

en un fraile del Santo Oficio que en un empelucado juez francés. En cuanto a<br />

violencia e intolerancia, a pesar de las excelencias del Grand Siécle, Luis XIV<br />

persiguió y expulsó a los hugonotes con un celo no superado por Torquemada<br />

contra los judíos; imaginó como medida propicia para la ortodoxia espiritual el<br />

alojamiento de la chusma soldadesca más depravada en los hogares protestantes,<br />

con licencia para violar, robar, matar y hacer cuanto estimaran necesario para<br />

– 64 –

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