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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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eferido a Spinoza es un mal resumen de lo que dice Bayle, y aparte de afirmar<br />

que “Spinoza ha hecho del ateísmo un cuerpo de doctrina denso y trabado,<br />

según el método de los geómetras”, hace juicios como el siguiente: “No es cierto<br />

que sus seguidores sean muchos. Pocas personas son sospechosas de adhesión a su<br />

doctrina, y, entre aquellas de quienes se ha supuesto tal cosa, hay muy pocas que<br />

la hayan estudiado realmente; y, entre éstos, pocos que la hayan comprendido.<br />

Los más sinceros confiesan que Spinoza es incomprensible, que especialmente su<br />

filosofía constituye un perpetuo enigma para ellos y que, en fin, si se adhieren<br />

a su línea es debido a que niega con intrepidez todo aquello que ellos mismos<br />

niegan… Por poco que uno se sumerja en las negras tinieblas de las que Spinoza<br />

se rodeó, se descubrirá en ellas una sucesión de abismos en lo que este temerario<br />

pensador se precipitó casi desde sus primeros pasos” (97).<br />

Si ese era el juicio de la Enciclopedia, a mediados del siglo xviii, no es difícil<br />

imaginar cuál sería la visión predominante sobre Spinoza, incluso en los<br />

reducidos círculos intelectuales. Además de ser orillado y silenciado, Spinoza<br />

fue mal comprendido en su propio tiempo, pero también en la Ilustración<br />

francesa. Durante las Luces, Montesquieu, Voltaire o la Enciclopedia no parecieron<br />

profundizar en exceso las “chocantes” doctrinas del extraño personaje,<br />

pulimentador de lentes. Tuvieron que pasar bastantes años y tuvieron que<br />

llegar Lessing, Goethe, Herder y Jacobi, para darse cuenta de que la aparición<br />

de la Ética de Spinoza, constituía un momento capital en la historia de Occidente<br />

(98).<br />

Desde otra perspectiva, el deísmo va a derribar las barreras que la vieja religión<br />

cristiana iba levantando contra él y penetra a raudales en el pensamiento<br />

ilustrado. Voltaire se hace eco de los múltiples esfuerzos realizados y los proyecta<br />

con una luz nueva y brillante sobre el amplio mundo de sus lectores y<br />

seguidores. En el artículo “Teísmo”, de su Diccionario filosófico, Voltaire, que<br />

se protege contra la persecución más que probable de la Iglesia con el subterfugio<br />

de hablar de “nuestra Iglesia verdadera”, y de “nuestra religión revelada”,<br />

dice que el teísmo es el sentido común –le bon sens– antes de ser instruido por<br />

la revelación, mientras las demás religiones son el sentido común pervertido<br />

por la superstición. “Todas las sectas son diferentes –añade Voltaire– porque<br />

proceden de los hombres; la moral es siempre la misma, porque procede de Dios”<br />

(99). Este deísmo de Voltaire –para él deísmo y teísmo son la misma cosa– se<br />

aviene muy bien con su lucha y sus esfuerzos frente a la superstición y la intolerancia,<br />

bien reflejado en la oración a Dios con que finaliza su Tratado sobre la<br />

– 183 –

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