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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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los del Estado español, que por entonces mandaba en Italia. Eso explica que<br />

Felipe II ordenara a su cronista Antonio de Herrera la traducción de la obra<br />

de Botero sobre la razón de Estado, obra que tuvo un gran eco en el posterior<br />

pensamiento político español, como puso ya de manifiesto José Antonio Maravall<br />

en su temprana obra, La teoría española del Estado en el siglo xvii.<br />

En cambio, Trajano Boccalini mantuvo siempre una posición antiespañola<br />

–Benedetto Croce tituló uno de sus ensayos Traiano Boccalini, el nemico<br />

degli spagnuoli– aunque aquí trataron de ganarlo para la causa, ofreciéndole<br />

un cargo que no aceptó. No está claro que Boccalini muriera asesinado a manos<br />

de sicarios pagados por el poder español, como se rumoreó en su tiempo,<br />

pero sí es clara su actitud beligerante frente a ese poder que tenía sometidas<br />

a su dominio las tierras italianas. La razón de Estado se tiñe en Boccalini con<br />

los escrúpulos morales de la Contrarreforma. Para él –hombre culto, sagaz,<br />

religioso, republicano amante de la libertad– la inmoralidad y el ateísmo del<br />

obrar político moderno que preconizaba Maquiavelo le disgustaban profundamente.<br />

Él sabía, como afirmaba en La balanza política, que “el interés mueve<br />

la lengua del príncipe, no la justicia ni el amor por el bien común” (102). Y como<br />

buen lector de Tácito, cuyos comentarios constituyen la esencia de La balanza,<br />

procura calarse las gafas que permiten penetrar los secretos de la actuación<br />

política, los arcana imperii de los poderosos y de los grandes príncipes que se<br />

esconden detrás del brillo de sus empresas. Boccalini se pregunta si es bueno<br />

que esas gafas que se consiguen con el estudio del conocimiento político sean<br />

accesibles a todos, o, por el contrario, si deben reservarse para los secretarios y<br />

consejeros de príncipes y para los mismos príncipes. Y él duda entre defender<br />

el desarrollo de las artes liberales y la extensión de la libertad, facilitado por el<br />

conocimiento que tengan las masas de las cosas públicas, o seguir los intereses<br />

de los príncipes y de los Estados, que no deben vacilar en suprimir los escritos<br />

que les resulten perjudiciales para su política. En sus agudos y mordaces<br />

Raguagli di Parnaso, Boccalini ironiza contra la manía de su época de opinar<br />

con aire de suficiencia del arte político, hasta el punto de que incluso disentirían<br />

sobre la razón de Estado los cargadores de los mercados (103). Pero,<br />

por otra parte, la ciencia y el conocimiento solían arraigar en las repúblicas,<br />

donde el poder está más limitado, contribuyendo al perfeccionamiento del<br />

bien común. En definitiva, Boccalini, en su aguda reflexión política, descubría<br />

la incompatibilidad entre el poder y la libertad y, al mismo tiempo, la<br />

ambivalencia de la idea de la razón de Estado: por un lado, los intereses de la<br />

– 69 –

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