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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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esos pensamientos era el de mostrar al hombre desde una perspectiva odiosa. Se<br />

empeña en pintarnos a todos malvados y desdichados. Escribe contra la naturaleza<br />

humana poco más o menos como escribía contra los jesuitas. Imputa a la esencia de<br />

nuestra naturaleza lo que no pertenece más que a ciertos hombres. Dice elocuentemente<br />

injurias contra el género humano. Yo me atrevo a tomar el partido de la<br />

humanidad contra este misántropo sublime; me atrevo a asegurar que no somos ni<br />

tan malos ni tan desdichados como él dice: estoy, además, completamente persuadido<br />

de que, si hubiera seguido en el libro que meditaba el designio que aparece<br />

en sus pensamientos, habría hecho un libro lleno de paralogismos elocuentes y de<br />

falsedades admirablemente deducidas” (115).<br />

<strong>El</strong> planteamiento de Voltaire, empeñado en combatir la explicación cristiana<br />

de la conducta humana que había dado Pascal, desde los supuestos de<br />

un deísmo que traslada la cuestión al campo de un código moral racional,<br />

difícilmente podía dar una respuesta al problema del origen del mal. Es cierto<br />

que Voltaire estará toda su vida preocupado por ello, y sigue reaccionando,<br />

no sólo contra la misantropía de Pascal, sino también contra el optimismo<br />

de Leibniz y de Pope, que afirmaban que vivimos en el mejor de los mundos<br />

posibles. Voltaire escribió Cándido para burlarse de ese optimismo, en un<br />

mundo donde acababa de ocurrir el grave terremoto de Lisboa. Y Voltaire se<br />

burló también, en su Diccionario filosófico, del pecado original y del castigo de<br />

los pecadores niños recién nacidos a las penas del limbo: “¿Cómo es posible que<br />

su alma, recibida a veces solamente el día anterior, pudiera ser culpable de una<br />

“gourmandise” de seis mil años?” (116). Pero Voltaire, que sabe y muestra que<br />

el mal existe –aunque una sabiduría sensata debiera aconsejar la huida de la<br />

tristeza y la búsqueda del placer y una vida agradable– no encuentra mejor salida<br />

al problema que la huida, a su vez, hacia el optimismo futurista. Hoy por<br />

hoy, viene a decir Voltaire, el mal, los terremotos de Lisboa y las violaciones<br />

de Cunegunda existen, y es una ilusión peligrosa decir que todo va bien; pero<br />

el progreso de la razón y de las condiciones de vida de los hombres nos hacen<br />

esperar que, algún día, las cosas irán bien. Mientras tanto, carpe diem. Así se<br />

volvía a escamotear la respuesta filosófica al problema del mal, y la pregunta<br />

seguía en pie. Rousseau es quien va dar una respuesta, original y moderna,<br />

revolucionando al mismo tiempo la teoría de la sociedad.<br />

Rousseau parte también de las observaciones de Pascal sobre la grandeza<br />

y la miseria de los hombres, y coincide sustancialmente con ellas. Tanto en el<br />

Discurso sobre el origen de la desigualdad como en el Discurso sobre las Artes y las<br />

– 189 –

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