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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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capacidad para protegerlos. En efecto, el derecho que los hombres tienen, por naturaleza,<br />

a protegerse a sí mismos, cuando ninguno puede protegerlos no puede ser<br />

renunciado por ningún pacto… <strong>El</strong> fin de la obediencia es la protección, y cuando<br />

un hombre la ve, sea en su propia espada o en la de otro, por naturaleza sitúa allí<br />

su obediencia, y su propósito de conservarla” (6). Esta protección, además de la<br />

vida, debe extenderse y garantizar igualmente el derecho de propiedad, como<br />

una prolongación y un atributo inherentes al individuo, de modo que el individuo,<br />

la propiedad y el Estado protector vienen a ser inseparables.<br />

Esa es también la posición de Locke. Todo el Segundo Tratado sobre el Gobierno<br />

Civil responde a la concepción de un pacto social que garantice la<br />

propiedad y una serie de libertades básicas, que para Locke son anteriores y<br />

superiores al pacto y, por tanto, inalienables. <strong>El</strong> poder legislativo viene obligado<br />

a supeditarse a lo establecido en el pacto constitucional como garantía de<br />

tales derechos, y las leyes sólo se consideran legítimas cuando están encaminadas<br />

a facilitar y desarrollar los derechos, empezando de modo especial por la<br />

propiedad. “La primera y fundamental ley natural que ha de gobernar el poder<br />

legislativo mismo –escribe Locke– es la protección de la sociedad y (en la medida<br />

en que ello sea compatible con el bien público) la de cada persona que forma parte<br />

de ella” (7). En lo cual confluye un reconocimiento de los derechos garantizados<br />

por el Estado y, a la vez, una limitación de las funciones estatales. Esta<br />

va a ser una cuestión central de la modernidad. Las doctrinas del pacto social<br />

van encaminadas a legitimar un Estado de Derecho protector y guardián de<br />

las libertades. Sin embargo, por la propia naturaleza del poder y por el carácter<br />

intervencionista del Estado guardián, surge el peligro muy real de que sus<br />

actos y decisiones destruyan las propias libertades. De ahí la preocupación de<br />

todo el pensamiento liberal por establecer límites a la actuación del Estado,<br />

que alcanzó una de sus mejores exposiciones en Guillermo de Humboldt.<br />

Para Humboldt, el fin del Estado viene determinado por dos ideas básicas:<br />

procurar el bien público y evitar el mal. <strong>El</strong> acento ha de ponerse, sin embargo,<br />

en la evitación del mal, pues la búsqueda de la felicidad por parte del<br />

Estado suele derivar en burocracia, indolencia y falta de libertad. Humboldt<br />

se muestra muy crítico con la burocracia estatal y hace derivar la mayoría de<br />

los males de la intervención del Estado, enemiga de la iniciativa individual,<br />

de modo que si Mandeville había presentado, en la Fábula de las abejas, a los<br />

vicios privados como generadores de virtudes públicas, ahora Humboldt va a<br />

darle la vuelta a la ironía, considerando que la virtud pública da origen a los<br />

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