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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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y poco generoso. Pero, en la nueva economía globalizada, no los necesitan,<br />

y sus esfuerzos se dirigen a disimular y poner sordina a la nueva realidad de<br />

una minoría móvil, activa, desplazándose con su dinero por todas las regiones<br />

del planeta para maximizar sus negocios y su productividad, y una inmensa<br />

multitud sumida en la miseria e inmovilizada en su desesperación, a la que<br />

se priva de la libertad de movimiento para que pueda probar fortuna en algún<br />

país desarrollado, aunque sea arriesgando su vida en una patera. Dice<br />

Kapuscinski, uno de los grandes cronistas de nuestra época, que la supuesta<br />

preocupación por los pobres del mundo que dicen sentir diversas personas,<br />

organismos e instituciones del mundo desarrollado, incluidos los medios de<br />

masas, en realidad forma parte de un proceso eficaz de encubrimiento de<br />

la situación en que se hallan. <strong>El</strong> proceso encubridor empieza por centrar la<br />

información de la pobreza en las hambrunas y las enfermedades infecciosas,<br />

al mismo tiempo que se informa de los progresos y las innovaciones de los<br />

“tigres” asiáticos, para dejar caer la idea de que los pobres están así por no<br />

seguir el ejemplo emprendedor y laborioso de los “tigres”. <strong>El</strong> hecho de que<br />

todos los “tigres” reunidos apenas rebasan el 1% de la población de Asia, no se<br />

tiene en cuenta. En otro orden, la equiparación de la pobreza con el hambre<br />

hace olvidar el resto de las deplorables condiciones de vida en que se hallan.<br />

“Muchos niños africanos –dice Kapuscinski– no me pedían pan, ni chocolate, ni<br />

juguetes, sino bolígrafos porque no tenían con qué escribir en la escuela” (22). Así,<br />

convenientemente informados, la riqueza es global, la miseria es local, y no<br />

hay relación de causa-efecto que pueda responsabilizar al irrenunciable Estado<br />

de Bienestar occidental.<br />

Ocurre, sin embargo, que en la variopinta multiplicación de los riesgos<br />

fabricados, varios de ellos no respetan las fronteras del bienestar, unas veces<br />

en forma de invasión clandestina en busca de empleo, otras en forma de epidemias<br />

y de virus contagiosos, o la más preocupante, en forma de terrorismo.<br />

Ante estos nuevos riesgos y peligros, las incertidumbres del bienestar dejan<br />

paso a la inseguridad, y el miedo se desata. Y, con el miedo, se pierde confianza<br />

en el mercado y la sociedad civil y se refugia uno en el Estado protector. La<br />

economía cede el paso a la política y el miedo desencadena una solidaridad<br />

más firme, activa y eficaz que la pregonada solidaridad ante la miseria. Es lo<br />

que ha ocurrido, al producirse el brutal atentado terrorista contra las Torres<br />

Gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington. <strong>El</strong> miedo desatado<br />

por el atentado, y la amenaza de que se repitan los actos terroristas, hizo que<br />

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