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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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ilustrado, en la editorial de Antonio Sancha. Al principio de los años ochenta<br />

apareció el artículo referente a España, y se desató un escándalo notorio. <strong>El</strong><br />

autor del artículo, Masson de Morvilliers, que ya había publicado anteriormente<br />

un compendio de geografía de España y Portugal, formado en las teorías<br />

históricas de Montesquieu y Voltaire, presentaba a nuestro país como el<br />

prototipo oscurantista de todo lo que combatían los philosophes. Llevado de<br />

su retórica, entre críticas y denuestos, acababa por preguntarse: “¿Qué se debe a<br />

España?. Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿Qué ha hecho<br />

por Europa?” (251).<br />

La indignación llegó hasta Carlos III y su ministro Floridablanca, que suspendió<br />

la importación y la edición de la enciclopedia, planteó quejas diplomáticas<br />

al gobierno francés exigiendo el castigo del editor, y confiscó todas las<br />

existencias para su expurgación, encomendada al Santo Oficio. Mientras tanto,<br />

el botánico Antonio Cavanilles, a la sazón residente en París, publicó unas<br />

“observaciones” al artículo, llenas de patriotismo pero bastante endebles (252)<br />

y un italiano, Carlos Denina, pronunció en la Academia de Berlín un famoso<br />

discurso: Respuesta a la pregunta; ¿Qué se debe a España?, donde exaltaba las<br />

glorias españolas en una forma parecida a lo que haría después Menéndez<br />

Pelayo en la Ciencia Española, llegando, en el ardor polémico, a preguntarse a<br />

su vez: “¿Qué ha hecho Francia por el género humano, desde que tal país existe?”<br />

(253). Floridablanca, sin embargo, no se dio por satisfecho con esas defensas<br />

del honor patrio, y encargó a Forner, persona de pluma agresiva y polémica,<br />

una réplica a Masson, que se convirtió en la famosa Oración apologética por la<br />

España y su mérito literario. <strong>El</strong> propio Forner afirmó que su propósito en tal<br />

apología era actuar como declamador y no como historiador crítico, pero la<br />

obra excedió a los propósitos. Puesto a cantar las glorias patrias y menospreciar<br />

a las francesas, Forner no tiene reparo alguno en afirmar que en España<br />

se sabe “lo necesario, lo conveniente, y aún mucha parte de lo superfluo” (254).<br />

Y, dada nuestra universal suficiencia, ¿para qué sirve Voltaire? Es más: si no<br />

hemos tenido un Descartes o un Newton, “démoslo de barato”: hemos tenido<br />

justísimos legisladores (255). Excepto en la pasión patriótica, la apología de<br />

Forner era más clamitosa que la crítica de Masson.<br />

Y los espíritus lúcidos de la época así lo vieron. Luis Cañuelo, editor de<br />

<strong>El</strong> Censor, aunque le parecía ocioso ocuparse de Masson, pues lo importante<br />

es la realidad y no el juicio equivocado –“que florezcan entre nosotros –escribe<br />

Cañuelo– las ciencias, las artes, la justicia, y todas las demás virtudes, y diga todo<br />

– 244 –

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