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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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a quien se consideraba vivo, esperándose su vuelta a la manera de un sebastianismo<br />

ruso, y que dio lugar a la aparición de múltiples pretendientes, que se<br />

presentaban como el zar Pedro, que habría regresado para liberar y redimir a<br />

los campesinos, en una curiosa mezcla de sebastianismo y de Segunda Venida<br />

de Cristo. En ese ambiente aparece también Pugachov como el supuesto zar<br />

Pedro III, desplegando sus andanzas por los territorios del Valle del Volga<br />

medio y de las llanuras abiertas entre los Urales y el Mar Caspio. Pugachov<br />

se ganó el apoyo de los cosacos del Don y de varios monasterios ocupados<br />

por los Antiguos Creyentes, así como de numerosos siervos campesinos y de<br />

siervos industriales a quienes se mantenía en durísimas condiciones de trabajo<br />

en minas y fábricas, y la sublevación se hizo general en ese área de influencia.<br />

Nobles y terratenientes fueron asesinados y puestos en fuga, sus haciendas<br />

fueron quemadas, el miedo a los campesinos y cosacos se fue extendiendo y<br />

llegó hasta Moscú, en una forma que recuerda el “Gran Miedo de 1789” de la<br />

Revolución Francesa, aunque en Rusia el miedo no era tanto a los bandidos<br />

como a los cosacos alzados de Pugachov (55).<br />

¿Qué podemos decir nosotros de la rebelión de Pugachov? ¿Fue un esfuerzo<br />

consciente de querer cambiar el sistema social y político o, por el contrario, un<br />

simple estallido de furia y rebeldía? Algunos historiadores soviéticos hablan de<br />

guerra campesina, pero, salvo en su fase final, la rebelión fue principalmente<br />

un asunto de cosacos y Pugachov no se planteó seriamente utilizar los siervos<br />

sublevados contra Moscú. Aparecía como un Zar liberador y justiciero,<br />

a quien nadie derrotó a campo abierto, pero su mensaje se parecía más al de<br />

un nuevo Mesías que al de un revolucionario lanzado a la conquista del poder<br />

y, al final, sus propios seguidores acabaron entregándole a las autoridades<br />

imperiales. Puschkin, a quien se debe la primera historia de la rebelión de<br />

Pugachov, se sintió lógicamente atraído por la figura del rebelde liberador de<br />

los siervos. En su Historia de Pugachov –donde abundan datos, documentos y<br />

anécdotas, un poco en el estilo de la llamada histoire evene-mentielle que tanto<br />

desagradaba a Lucien Fébvre– Puschkin parece mantener un juicio severo<br />

contra Pugachov, explicable dadas las actuaciones de la censura rusa, donde el<br />

“impostor” no queda bien parado (56). Es curioso, sin embargo, ver la complacencia<br />

con que Puschkin relata la desabrida respuesta de Catalina II a Voltaire,<br />

en respuesta a la carta en que éste insinuaba que Pugachov era un instrumento<br />

al servicio de la política turca (57). En unas “observaciones generales”, que<br />

Puschkin escribió al final de su Historia, comenta que “todo el populacho hizo<br />

– 300 –

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