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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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ha mostrado ampliamente uno de los biógrafos recientes de Montesquieu:<br />

Robert Shack-leton (173). Pero la aportación de Montesquieu ha sido aún<br />

más decisiva para crear un clima liberal de tolerancia y equilibrio del poder,<br />

insistiendo Raymond Aron en que “la idea esencial de Montesquieu no está en<br />

la separación de poderes, entendidos en el sentido jurídico del término, sino en lo<br />

que se podría llamar el equilibrio de las potencias sociales, como condición indispensable<br />

de la libertad política” (174).<br />

Una visión de Montesquieu a la altura de nuestra época implica situarlo<br />

como el gran teórico liberal de la moderación, defensor del constitucionalismo<br />

y de las libertades civiles, enemigo declarado de la esclavitud, la intolerancia y<br />

el despotismo, partidario de la libertad de opinión y de asociación, defensor de<br />

la ley y la justicia, con un cierto reconocimiento de la igualdad social, siempre<br />

que ello no pusiera en peligro las libertades individuales. Esas ideas han sido<br />

asumidas en la concepción democrática de la vida política occidental, que en<br />

muchos aspectos ha ido más allá, como es obvio, de lo que pensaba el barón de<br />

la Bréde. Hoy nos hallamos bastante lejos de este precursor de tantas cosas, y<br />

nadie con sentido común puede creer aplicable ahora su idea de la monarquía o<br />

su propuesta concreta del equilibrio de las tres “puissances”. “Si nos encontramos<br />

hoy en día lejos de Montesquieu, –escribe Jean Starobinski– es por haber seguido el<br />

impulso que él mismo comunicara al pensamiento europeo. Fue uno de los primeros<br />

en hacer evidentes las relaciones entre la felicidad personal y la libertad política;<br />

demostró que no era posible hablar de libertad sin hablar de organización. Hizo de<br />

la Ley un interrogante, al tiempo que hacía lo posible por colocarla fuera de toda<br />

interrogación. Esbozó una imagen del hombre-ciudadano, y soñó con una virtud<br />

política… Y, aún cuando pedía que no se tocara a las leyes más que con mano temblorosa,<br />

enseñó que hay mucho que hacer en favor de la justicia… <strong>El</strong> fuego prendió,<br />

alegremente; irradió de él una gran luz. Incendió todo lo que tenía que incendiar, y<br />

aún más. Sigue hoy en día alumbrándonos: y no es un mérito sin importancia el que<br />

recuerde a los hombres que pueden dominar con alegría, con claridad, con humanidad,<br />

su destino histórico. Que pueden entender, si saben mirar. Que pueden –con<br />

tan sólo quererlo– decidirse en contra de los terrores nocturnos, y tomar partido por<br />

la plena luz del día. Aunque no hubiera en él más que este aliento, bastaría para que<br />

Montesquieu no se apartara más de nuestro lado” (175).<br />

La cita es larga, pero es difícil resumir mejor el valor actual de Montesquieu.<br />

– 214 –

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