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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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julio no contaba más que siete prisioneros sin relieve alguno– es el símbolo de<br />

la reconquista de la soberanía para el pueblo, verdadero actor de la revolución,<br />

a pesar de las glorificaciones que otros habían querido hacer, ya se tratara de<br />

Mirabeau, de Danton, de Robespierre o de los girondinos, historiados también<br />

románticamente, en aquella época, por el poeta y político comprometido,<br />

Alfonso de Lamartine. Pero su Historia de los Girondinos –aunque perteneciera<br />

a la misma veta romántica, y aunque Lamartine afirmara al comienzo<br />

del libro que escribía “en vista de una escrupulosa investigación de los hechos y los<br />

caracteres, para no tener que avergonzarse” de hacer de la historia la calumnia de<br />

los muertos– es una obra que no puede compararse con la de Michelet (152).<br />

Nacido en el mismo año que la Revolución, conocedor directo de los lugares<br />

parisinos donde ocurrieron los hechos más relevantes, hijo de un pequeño<br />

impresor jacobino, Michelet historia los hechos exaltando especialmente el<br />

período inicial, desde los Estados Generales a la gran Fiesta de la Federación,<br />

de 14 de julio de 1790, expresión, para él, del genio revolucionario, que funde<br />

las esperanzas de la nueva nación francesa en un abrazo fraternal de París<br />

y las provincias, en medio de la alegría y la admiración universales (153). Y<br />

esa Fiesta de la Federación, Michelet la había visto como la realización de la<br />

gran esperanza en la unidad francesa. Al referirse al movimiento fraternal de<br />

las federaciones, antes de que se vencieran las resistencias para su convocatoria<br />

a París para la gran celebración ante el Altar de la Patria, en el Campo<br />

de Marte, escribe Michelet: “Nada más alejado en todo ese movimiento que el<br />

espíritu de exclusión, de aislamiento local, que se designó más tarde con el nombre<br />

de federalismo. Al contrario, se trataba de una conjura para la unidad de<br />

Francia. Estas federaciones de provincias miraban todas hacia el centro,<br />

todas invocaban la Asamblea Nacional, se unían a ella, se entregaban a ella,<br />

es decir, a la unidad. Todas agradecieron a París su llamada fraternal” (154).<br />

A parte del tono lírico de su prosa, hay aquí una concepción diametralmente<br />

opuesta a la interpretación que dará Tocqueville, que había visto en la<br />

Monarquía del Antiguo Régimen precisamente una tendencia centralizadora,<br />

expropiadora de la vitalidad política de la sociedad y las provincias francesas,<br />

que preparó la explosión de 1789. Tocqueville –que empieza a escribir <strong>El</strong> Antiguo<br />

Régimen y la Revolución después del golpe de Estado del 2 de diciembre<br />

de 1851, de Luis Bonaparte– había dejado atrás un período de éxito intelectual<br />

proporcionado por La democracia en América, donde había opuesto el<br />

legado absolutista de la historia de Francia al espíritu del libertad que había<br />

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