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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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alegar una razón de orden superior que justificara las actuaciones contrarias a<br />

la moral establecida para los cristianos de a pie. La tensión entre religión y política<br />

–entre el ethos y el cratos, que decía Meinecke (132)– buscaba su salida de<br />

seguridad en la apelación a razones de orden superior, ya fuesen los intereses<br />

del Estado, ya fuesen los intereses de la fe. Que los tratadistas cristianos situaran<br />

como razones formales superiores los intereses de la fe no desvirtuaba en<br />

nada la esencia de la razón de Estado. En ese sentido, Ludovico Zuccolo, en<br />

un libro sobre el tema, afirmaba que en última instancia, si podemos hablar<br />

de una buena y de una mala razón de Estado es porque presuponemos una<br />

razón de Estado sustantiva, que transciende como concepto la clasificación en<br />

buena y mala. <strong>El</strong>lo nos conduce, de nuevo, al mundo de Gracián.<br />

Benedetto Croce, que se ocupó de Zuccolo en diversas ocasiones, considerándolo<br />

uno de los filósofos de la política más profundos de su tiempo (133),<br />

a pesar de haber contado su estancia en España, no hizo esta vez mención<br />

alguna del parentesco de las doctrinas de Zuccolo con las de Gracián. Sin<br />

embargo, sin necesidad de hablar de plagios, hay notables coincidencias en<br />

el modo que tienen de enfocar la razón de Estado los dos escritores. Zuccolo<br />

comparte con muchos otros la interpretación negativa de la razón de Estado<br />

maquiavélica, pero, a continuación, estima que la prudencia es la virtud suprema<br />

del político, y esa prudencia debe presidir una razón de Estado capaz<br />

de conservar y engrandecer las instituciones políticas, cualquiera que éstas<br />

sean. Porque, la “ragion di Stato”, considerada en abstracto, no es buena ni<br />

mala: ligada profundamente a los caracteres del Estado, al que debe procurar<br />

mantener floreciente, será positiva o negativa según sea positiva o negativa la<br />

naturaleza del Estado (134).<br />

Por ahí andaban también los pensamientos de Gracián. A la hora de criticar<br />

al florentino, el aragonés no tiene reparo alguno en identificar el valiente<br />

embustero con la mala política, y dotarlo de las cualidades diabólicas que acaban<br />

reduciendo los Estados a cenizas. Pero, a continuación, el buen jesuita<br />

no duda en ver la naturaleza humana y la crueldad de la lucha política con<br />

los mismos ojos que el satánico secretario. Su modelo de príncipe, el oráculo<br />

mayor de la razón de Estado, sigue siendo Don Fernando el Católico, el mismo<br />

que había ensalzado Maquiavelo, lo cual no deja de ser paradójico en un<br />

antimaquiavelista militante. ¿Cuál es, para Gracián, la concepción jesuítica<br />

de la razón de Estado? ¿Cómo se puede hallar justificación teológica para un<br />

príncipe que use malos medios para alcanzar buenos fines?<br />

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