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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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por otro. La conciencia de ser hidalgo, y no plebe, vedaba el ejercicio de<br />

algunas de las actividades más útiles para la colectividad, circunstancia que<br />

se vio agravada por la obsesión de probar la limpieza de sangre y el hecho de<br />

ser “cristiano viejo” (40).<br />

Sánchez Albornoz considera esta tesis excesivamente simplista y, además,<br />

históricamente inexacta y desconocedora de la propia realidad europea. Lo<br />

cual es cierto. Toda la nobleza europea anterior al Renacimiento sentía el mismo<br />

desprecio hacia las tareas manuales. Y no digamos la aristocracia griega.<br />

Sánchez Albornoz recuerda que, si Alfonso X dispuso en Las Partidas la pérdida<br />

de la condición de caballero para quien “usase públicamente el mismo de<br />

mercaduría, u obrase de algún vil menester de manos, por ganar dineros”, Enrique<br />

III de Inglaterra decretó también que pudieran ser armados caballeros<br />

todos los hombres libres, salvo los mercaderes.<br />

Lo que le ocurrió al hidalguismo español fue que se prolongó excesivamente<br />

en el tiempo, tardando mucho más en participar de los negocios o valores<br />

de la burguesía, y el hecho de que fuera exagerado y desproporcionado<br />

el número de españoles que disfrutaban del estatuto de hidalguía. En algunas<br />

partes de España, como Asturias y León, el número de hidalgos era igual<br />

que el de pecheros. En el conjunto de las provincias de Castilla, a mediados<br />

del siglo xvi, el número de hidalgos se acercaba a los 110.000, mientras que<br />

el conjunto de los vecinos pecheros apenas llegaban a los 90.000. Demasiados<br />

hidalgos, sin duda, tal vez explicable por los prolongados avatares<br />

de la lucha contra los musulmanes y la posterior aventura americana, que<br />

facilitó la fluidez entre las clases sociales, la emulación guerrera y caballeresca<br />

que permitía ascender en un golpe de fortuna, y el atractivo de poder<br />

llegar a vivir de rentas sin someterse a las penalidades serviles del trabajo o<br />

de la poco honrosa actividad mercantil. La relación y los equilibrios entre<br />

el poder, la riqueza y el dinero siguieron aquí un proceso asimétrico y diferencial<br />

respecto a otros países europeos, y Sánchez Albornoz acaba también<br />

reconociendo que todo ello derivó en una especie de inclinación triple del<br />

carácter hispano: un vivo sentimiento de emulación; una alta valoración<br />

de sí mismo y de igualdad frente a los demás compatriotas, al estilo “del Rey<br />

abajo, ninguno”; y una concepción firme de las obligaciones que engendra<br />

la amistad, que puede llevar a rasgos generosos y aún de heroísmo civil, pero<br />

también a compadreos y nepotismos perjudiciales para la vida social y el<br />

propio desarrollo económico (41).<br />

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