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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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el mundo lo que le diere la gana” (256)– había estimado que las críticas a nuestro<br />

atraso estaban justificadas por el cúmulo de obstáculos que se oponían<br />

a los progresos de la luz. Algún tiempo después, al publicarse el discurso de<br />

Deninna, Cañuelo vuelve a la carga, y provoca una réplica de Forner, que se<br />

publica como apéndice a la Oración apologética (257). Cañuelo responde a su<br />

vez y la polémica se generaliza. Por un lado, aparecen las anónimas Cartas de<br />

un Español residente en París, criticando la apología de Forner y su inadmisible<br />

idea de la ciencia, y en forma parecida se discurre en las Conversaciones de Perico<br />

y María; en la otra dirección, el Espíritu de los mejores diarios publicó una<br />

increíble defensa de la intolerancia, congratulándose de que la censura nos<br />

haya liberado de las catástrofes de la impiedad y de los horribles monstruos<br />

que el progreso de la razón ha generado en las naciones más civilizadas. Para<br />

quienes gustan en nuestros días de inventarse incomprensiones del extranjero,<br />

releer esa inaudita apología puede hacerles más preclaros en sus juicios: “Decir<br />

al pueblo escribe la pluma eclesiástica de La intolerancia civil –que es preciso<br />

arrojar el terrible monstruo de la intolerancia es un desacato a la autoridad del<br />

Monarca, es un atentado contra el respeto debido a nuestras leyes y es, en una<br />

palabra, hacer que el vulgo crea que el Ministerio no sabe conocer lo que nos perjudica,<br />

y que tolera unas providencias que nos destruyen: La intolerancia es una<br />

ley fundamental de la Nación Española, no la estableció la plebe, no es ella quien<br />

debe abolirla” (258).<br />

Con energúmenos de tal calibre era difícil el diálogo. La España innovadora,<br />

representada por una pequeña minoría, realizó un esfuerzo inmenso para<br />

mover nuestra fosilizada sociedad, que se iba acercando a los nuevos rumbos<br />

de la vida europea. Pero siempre con escasos medios. <strong>El</strong> monarca y el Gobierno<br />

ilustrado, abiertos al fomento de las ciencias y las artes útiles, siguen<br />

manteniendo la Inquisición y una rígida censura civil ante cualquier idea o<br />

publicación que pueda representar un peligro remoto para la Iglesia Católica<br />

o para el poder monárquico. Cuando Cadalso, uno de nuestros escasos representantes<br />

de un moderado modernismo, se excede un poco en la crítica de<br />

nuestros males e intolerancias, el ilustrado Floridablanca le ordena que deje de<br />

publicar sus Cartas Marruecas, mientras premia a Forner y publica a expensas<br />

del erario público su Oración apologética. Sin embargo, contra viento y marea,<br />

la minoría ilustrada lucha incansable, con un auténtico patriotismo, por difundir<br />

la luz y acabar con la ignorancia. Por eso, lo mismo que están abiertos<br />

a las ideas y progresos realizados en cualquier país de Europa, se dedican a<br />

– 245 –

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