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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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5. <strong>LA</strong> GRAN RUPTURA<br />

La percepción errónea que se tuvo acerca del papel importante que ha<br />

jugado la familia en el Estado de Bienestar ha ido unida a la relativización de<br />

los análisis sociológicos sobre los cambios de la institución familiar, con frecuencia<br />

enfocados desde la perspectiva de las nuevas relaciones entre los sexos<br />

y las políticas de igualdad. La cuestión es muy compleja, pues depende, por<br />

un lado, de la idea que se tenga del bienestar y de la función que corresponde<br />

al Estado y a los particulares en ese orden; por otro, de la concepción más o<br />

menos individualista de la sociedad y de sus instituciones y del acento que<br />

se ponga en los aspectos públicos o privados de dichas instituciones. En este<br />

sentido, a la vista de tanto énfasis en los valores individualistas y en los análisis<br />

microsociológicos, es útil recordar unas agudas observaciones de Ortega<br />

y Gasset, en <strong>El</strong> Hombre y la Gente. Si la sociedad no fuera nada más que una<br />

creación voluntaria de los individuos, para reunirse en una asociación orientada<br />

a determinados fines, como se ha creído durante mucho tiempo –viene<br />

a decir Ortega– la sociedad no tendría una realidad propia y auténtica, y sería<br />

superfluo cualquier tipo de sociología: bastaría con estudiar al individuo. Lo<br />

social quedaría reducido a las acciones individuales y personales de los sujetos<br />

humanos, dueños y responsables de sus vidas singulares. Pero ocurre que esos<br />

sujetos no están solos, sino que se relacionan con los demás, y ese hecho de<br />

la relación social no es un comportamiento de la vida humana como soledad,<br />

sino que surge en la humana convivencia, originando una serie de usos y de<br />

actos que no provienen de la voluntad de los sujetos individuales, sino de la<br />

colectividad, de la gente, de la sociedad, es decir, de nadie determinado (168).<br />

Esos hechos sociales, esos usos, los ejecutamos en virtud de una presión<br />

social, que actúa lo mismo sobre nosotros que sobre el prójimo, y que podemos<br />

prever con anticipación. Los usos son irracionales, en el sentido de<br />

que su contenido nos suele resultar ininteligible, tanto si se trata de saludar<br />

estrechando la mano del desconocido, como de sellar el contrato matrimonial<br />

insertando una alianza en el dedo anular del cónyuge. <strong>El</strong> componente<br />

irracional de los hechos y usos sociales se interioriza en el proceso de socialización<br />

con otras pautas racionales de conducta, y en ello juega un papel<br />

decisivo la familia, con todas las matizaciones y concesiones que se quiera a<br />

la educación escolarizada, los medios de masas o las redes de Internet. En los<br />

últimos tiempos, parece que se ha desarrollado una mayor capacidad dentro<br />

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