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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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acontecer, sin olvidar las celadas que tiende la fortuna. Gracián dice que<br />

la fortuna, tan nombrada, no es otra cosa que la providencia de los católicos,<br />

y hará bien el héroe en observar con cuidado su propia fortuna y la de<br />

sus adherentes, estando siempre alerta para prevenir los giros de tan inquieta<br />

rueda. “Es corsaria la fortuna, escribe Gracián, que espera a que carguen los bajeles.<br />

Sea la contratreta anticiparse a tomar puerto” (137).<br />

<strong>El</strong> héroe político, que Gracián contrapone al príncipe maquiavélico, destaca<br />

por la prudencia frente a la astucia. Por eso Don Fernando el Católico,<br />

ejemplo máximo de gobernante, simbolizaba ese uso prudente de la política<br />

frente a los manejos arteros de la astucia, que se asienta en el engaño. “Fue era<br />

de políticos –escribe Gracián en <strong>El</strong> Político– y Fernando el catedrático de Prima.<br />

Digo, político prudente, no político astuto, que es grande la diferencia. Vulgar<br />

agravio es de la política el confundirla con la astucia. No tienen algunos por sabio<br />

sino al engañoso y por más sabio al que más bien supo fingir, disimular, engañar,<br />

no advirtiendo que el castigo de los tales fue siempre perecer en el engaño” (138).<br />

<strong>El</strong> buen uso de la razón política se halla, por consiguiente, en una combinación<br />

de prudencia, sabiduría, valor y capacidad de obrar, que rechaza<br />

la simple astucia engañosa como una inmoralidad condenada al fracaso. La<br />

buena razón de Estado se opone a la razón maquiavélica, encarnación de un<br />

espíritu diabólico que falsea la política y envilece el Estado, como proclama<br />

Gracián en <strong>El</strong> Criticón (139). Las diatribas contra Maquiavelo de los cristianizadores<br />

de la razón de Estado continúan vivas en el jesuita aragonés, y hubo<br />

que esperar a la llegada de la Ilustración para que en España se desdiabolizara<br />

la doctrina maquiavélica de la mano del Padre Feijoó, quien señaló la universalidad<br />

práctica del maquiavelismo, enraizado en la naturaleza humana, que<br />

sólo debe al secretario florentino el nombre (140). Aun así, después de Feijoó,<br />

<strong>El</strong> Príncipe tardó un siglo en publicarse en castellano, ya en pleno siglo xix.<br />

Nadie podrá decir que se debió a la publicación de ese libro maldito la ruina<br />

del Imperio español. Tal vez haya que anotar dicha ruina en la cuenta de la<br />

Providencia, tan cara a Gracián, en contraste con la fortuna maquiavélica.<br />

Los libros convenientes para la formulación cristiana de la razón de Estado<br />

fueron muy tenidos en cuenta por nuestros autores; en cambio, la falta de<br />

atención prestada a los libros sobre nuestra historia aparecidos más allá de los<br />

Pirineos llega a cotas escandalosas, como en el caso de Campanella. Por supuesto,<br />

es comprensible que se acogiera con más satisfacción a los extranjeros<br />

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