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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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desde un objetivo primordial, asignado a la organización del Estado: la libertad<br />

política. A todo Estado incumbe la finalidad señalada por Maquiavelo<br />

de mantenerse, de conservarse, y ello exige una determinada forma de obrar,<br />

que el realista escritor florentino situó muy bien en el orden práctico de los<br />

comportamientos. Pero si introducimos la libertad política entre los fines del<br />

Estado, el arte político que permite garantizar esa libertad exige unos principios<br />

que exceden del ámbito acotado por Maquiavelo. Montesquieu no se<br />

cansa de insistir en este punto, porque sabe que la libertad es difícil de lograr<br />

y de conservar, y que nada puede compensar su pérdida, incluida la gloria<br />

nacional o la prosperidad del Estado. No hay nada peor que esos grandes<br />

organizadores despóticos que compran la grandeza y la libertad del Estado a<br />

costa de esclavizar a sus ciudadanos. De ahí que Montesquieu afirme que los<br />

dos peores ciudadanos de Francia han sido Richelieu y Louvois, dejando, por<br />

prudencia, a Luis XIV en el tintero (153).<br />

Sin embargo, esa libertad no debe ser entendida como licencia, ni como<br />

la facultad de hacer lo que uno quiera, porque el resultado sería la anarquía,<br />

primero, y el despotismo, después. “En un Estado –escribe Montesquieu– es<br />

decir, en una sociedad donde existen leyes, la libertad solamente puede consistir<br />

en poder hacer lo que se debe querer, y en no estar obligado a hacer lo que no se<br />

debe querer”. Hace falta tener muy claro lo que es la independencia y lo que es<br />

la libertad. La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten” (154).<br />

Montesquieu continúa discurriendo sobre la libertad, para decir que la democracia<br />

y la aristocracia no son estados libres por su mera naturaleza, pues<br />

la libertad política sólo se la encuentra en los gobiernos moderados y cuando<br />

no se abusa del poder. Una eterna experiencia nos indica que todo hombre<br />

que tiene poder tiende a abusar de ese poder hasta que tropieza con alguna<br />

limitación. Incluso la virtud necesita límites. Por eso, “para que nadie pueda<br />

abusar del poder, es preciso que, mediante una adecuada disposición de las cosas,<br />

el poder detenga al poder” (155). <strong>El</strong> problema está en que, a veces, las leyes, en<br />

las mismas monarquías, pueden resultar despóticas, porque las monarquías<br />

tienden hacia el despotismo como los ríos tienden hacia la mar. Y eso es lo<br />

peor que le puede ocurrir a un Estado.<br />

Montesquieu siente una inmensa repulsión hacia el despotismo, que iguala<br />

a los hombres en el temor, los despoja de su humanidad al privarles de<br />

la libertad política, y los convierte en víctimas de la voluntad arbitraria del<br />

déspota. En el despotismo, los ciudadanos, universalmente aterrados, carecen<br />

– 206 –

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