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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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lugar respecto a Francia. Pero el humanista portugués Damiao de Gois, gran<br />

amigo de Erasmo, utilizó al propio Servet para hacer una defensa de España y<br />

su cultura frente a las opiniones más hostiles del cosmógrafo alemán Sebastián<br />

Münster. En el Barroco y las Luces, esta tendencia va a continuar en aumento.<br />

Baltasar Gracián, en su Criticón, aprovecha el relato del mito de Pandora<br />

para situar los diferentes males, escapados de la caja abierta, en determinados<br />

países. De esta forma, la soberbia, primera en todo lo malo, se apoderó de<br />

España; la codicia, que venía detrás, lo hizo de Francia; el engaño, de Italia;<br />

la ira, de África; la gula y la embriaguez, de Alemania; la inconstancia, de<br />

Inglaterra; la simplicidad, de Polonia; la infidelidad de Grecia; la astucia,<br />

de Moscovia; la atrocidad, de Suecia; la injusticia, de Tartaria; la cobardía,<br />

de China; la temeridad, de Japón; la pereza, que llegó tarde, tuvo que pasar<br />

a América, a morar entre los indios; y la lujuria, “pareciéndole corta una sola<br />

provincia, se extendió por todo el mundo, ocupándolo de cabo a rabo” (31).<br />

Comentarios parecidos a los de Gracián se hallan, en la misma época, en<br />

el británico Daniel Defoe y en el francés Houdar de la Motte, o en el señor<br />

de Brantóme. Se trata de que cada país se va viendo a sí mismo de una determinada<br />

manera, mientras que los extranjeros lo hacen igualmente, tanto<br />

respecto de sí mismos como de los demás. Y todos tratan de ver con benignidad<br />

sus malas cualidades y de engrandecer y exaltar sus virtudes. La escasa<br />

consistencia de la mitología de los caracteres nacionales, se revela en las grandes<br />

sorpresas que se producen al encontrarse con las apreciaciones pasadas y<br />

los cambios generados en el curso de la historia. A principios del siglo xviii,<br />

se pensaba que los ingleses eran una nación muy propensa a la revolución y<br />

el cambio, mientras se veía a Francia como un país estable y sólido. Todavía<br />

Voltaire escribe: “Los franceses opinan que el gobierno de Inglaterra es más tempestuoso<br />

que el mar que le rodea, y esto es realmente cierto”. Un siglo después,<br />

los ingleses eran vistos como una nación impasible y flemática, enemiga de la<br />

revolución violenta, mientras los franceses aparecen como un pueblo dado a<br />

la práctica y a la doctrina revolucionaria. Los alemanes, a comienzos del siglo<br />

xix, aparecían como un pueblo poco práctico, muy dotado para la filosofía, la<br />

música y la poesía, y muy inepto para los negocios y el desarrollo industrial.<br />

Sin embargo, los estereotipos tienden a perpetuarse y la perfidia inglesa, la<br />

barbarie teutónica o el orgullo y la pereza española asoman en cuanto se presenta<br />

la oportunidad. De ahí la dificultad de abordar cuestiones como el ser<br />

de España (32).<br />

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