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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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Pero esa constatación, fría y aguda, que Maquiavelo hace de la actuación del<br />

orbe político es lo que no se quiere admitir, y de ahí la búsqueda de fórmulas<br />

compatibles entre la utilidad del saber político maquiavélico y la demagogia<br />

moralizante de los poderes cristianos. En Francia, Bodino procura la integración<br />

de la razón de Estado en la construcción jurídica de una nueva organización<br />

del poder, presidida por el concepto de soberanía. En Italia, Botero trata de<br />

codificar las reglas del arte político, dando carta de naturaleza a la expresión<br />

ragione di Stato que se venía usando y discutiendo por todo el mundo: desde<br />

los palacios hasta las tabernas; desde las universidades hasta las barberías. Su<br />

voluntad de compatibilizarla con los principios cristianos se halla también en<br />

Paruta, preocupado por la suerte de la república de Venecia; y en Boccalini,<br />

enemigo declarado de la dominación española en Italia. En ellos, la razón de<br />

Estado, cribada por el tamiz de la Contrarreforma, se escindía en dos categorías<br />

moralmente contrapuestas: de un lado, la verdadera razón de Estado, la buona<br />

ragione di Stato; de otro, la falsa, la cattiva. Esa es también la distinción que se<br />

hará en España por Ribadeneyra, por Juan Márquez, por Saavedra Fajardo. <strong>El</strong><br />

Gobernador Cristiano, de Márquez, se apoya en la historia sagrada para argumentar<br />

contra Maquiavelo, disfrazando sus máximas de actuación política con<br />

alegorías y simbolismos, donde la astucia se convierte en prudencia, y la fortuna<br />

pagana, en providencia cristiana, pero encaminando la reflexión política hacia la<br />

justificación de los modos de obrar de los príncipes cristianos. Porque las campañas<br />

contra el satanismo maquiavélico y sus perversos métodos de ejercicio del<br />

poder, no impedían la práctica de lo condenado cuando convenía a los “intereses<br />

del país”. Y así vemos cómo Felipe II, después de consultar a sabios teólogos,<br />

para mayor servicio del Estado y de la fe católica ordenó matar secretamente al<br />

barón de Montigny en un calabozo de Simancas; y ordenó matar a Escobedo.<br />

Y lo mismo hizo el piadoso emperador Fernando II, justificando de antemano,<br />

pro conservatione status, el asesinato de Wallenstein (131).<br />

Las relaciones entre religión y política van definiendo los avatares de la razón<br />

de Estado desde posiciones laicas y secularizadas, como las de Maquiavelo<br />

o Furió Ceriol, hasta las que señalan la primacía de lo religioso en la consideración<br />

del orbe político, como ocurre con Ribadeneyra o Botero. Ribadeneyra<br />

dice claramente que la religión no debe servir al Estado como a un fin, sino<br />

que es el Estado quien debe servir a la religión. Pero, al ir asociándose el poder<br />

del rey con el favor divino y los actos políticos con los servicios a la fe, la<br />

virtú política se acabó fusionando con la virtud cristiana, en cuanto se pudiera<br />

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