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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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vicios privados. Tal y como él ve las cosas, el crecimiento burocrático del Estado<br />

conduce a la atrofia de la sociedad civil, entorpeciendo el libre juego de las<br />

fuerzas individuales y la vitalidad de la nación. <strong>El</strong> desarrollo de la profesión de<br />

funcionario “hace que los servidores del Estado, dependan más de la parte gobernante<br />

del Estado, que les paga, que de la propia nación –escribe en Los límites de<br />

la acción del Estado–. Por lo demás, la experiencia misma se encarga de demostrar,<br />

los peligros ulteriores que de ahí se derivan: la tendencia a confiar siempre en la<br />

ayuda del Estado, la falta de independencia, la vacua vanidad, la inactividad y<br />

la mezquindad” (8). Esta tendencia al crecimiento irreversible de la burocracia<br />

estatal es imparable. De ahí que sea preciso fijar los fines de una manera negativa,<br />

a partir del principio de que aquel no debe mezclarse en nada que no<br />

corresponda a la seguridad del ciudadano. Lo cual implica una concepción del<br />

Estado como instrumento básico de protección. “Creo –escribe Humboldt–<br />

que puedo establecer este primer principio positivo: que el mantenimiento de la<br />

seguridad, frente al enemigo exterior, como frente a las disensiones interiores, debe<br />

constituir el fin del Estado y el objeto de su actividad” (9).<br />

Esta doctrina se aviene bien con la que había mantenido Adam Smith en<br />

La riqueza de las naciones. Según Smith, la separación de la política del orden<br />

autónomo de la economía es una condición esencial para que florezca la riqueza<br />

de las naciones. Sin embargo, considera también que al Estado soberano le<br />

incumben unos deberes y unas funciones ineludibles: proteger a la sociedad<br />

contra la violencia o la invasión de otros países; proteger a los miembros de la<br />

sociedad contra las injusticias y los abusos de otros miembros; y emprender y<br />

mantener obras y servicios necesarios que excedan de las posibilidades de los<br />

particulares y de su marco privado de intereses (10). En principio, el mercado<br />

puede funcionar por sí mismo, en función del egoísmo personal y del interés<br />

privado: “el hombre reclama en la mayoría de las circunstancias –escribe– la<br />

ayuda de sus semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá<br />

con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles<br />

ver que es ventajoso para ellos hacer lo que les pide. No es la benevolencia<br />

del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la<br />

consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios,<br />

sino su egoísmo, ni le hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas” (11).<br />

En función de ese planteamiento, cada uno sólo persigue su propio interés y<br />

su ganancia propia, aunque, en ello, “es conducido por una mano invisible<br />

a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal<br />

– 375 –

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