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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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La Revolución se presenta así, a fines del siglo XVIII, como la gran fuerza<br />

histórica configuradora, por acción y reacción, del nuevo tipo de Estado moderno,<br />

cuyo protagonismo histórico explica sobradamente el prestigio de los<br />

conceptos de revolución y rebeldía en las concepciones del mundo y en las<br />

ideologías políticas de la modernidad. “Como las Revoluciones han empezado<br />

–escribía Tom Paine– es natural esperar que seguirán otras Revoluciones… Las<br />

Revoluciones se han convertido en el tema de toda conversación y pueden considerarse<br />

como la orden del día” (1). La inmensa literatura y la diversidad de<br />

enfoques de los fenómenos revolucionarios puede hacer naufragar a quien se<br />

embarque en su estudio, sin un rumbo bien perfilado nada más iniciar el viaje.<br />

Eric Hobsbawm, que se ha pasado buena parte de su vida lidiando con<br />

hechos revolucionarios y con las historias e interpretaciones de esos hechos,<br />

dice que tiene poco interés analizar las definiciones dadas por los científicos<br />

sociales (2). No sólo muchas de esas definiciones son irreales, sino que también<br />

se usan para disfrazar teorías más amplias sobre el equilibrio social y las<br />

conductas desviadas, o para acuñar metáforas organicistas que equiparan la<br />

revolución con una “fiebre” perturbadora de la vida de las sociedades, como<br />

hace Sorokin, a la hora de verificar la frecuencia con que se producen tales<br />

“perturbaciones sociales importantes”, llegan a la conclusión de que “los datos con<br />

que contamos muestran que, por término medio, una perturbación social notable<br />

se produce aproximadamente cada seis años, para algunos países cada cinco y para<br />

otros cada diecisiete”. Pero si se hace el cómputo de otra forma, determinando<br />

la media de años sin perturbación y con perturbación, entonces resulta que<br />

la “relación entre los años con perturbaciones y aquellos sin ellas fluctúa de<br />

uno a dos y entre uno y ocho, según los países” (3). A la vista de tales conclusiones<br />

resulta poco adecuado hablar de “fiebre”, “estabilidad” y erupciones,<br />

porque la “perturbación” se convierte en un estado casi tan “normal” como la<br />

“estabilidad”.<br />

En otro sentido, a veces se quiere llamar revolución a cualquier cambio<br />

violento del equilibrio social, tanto si se trata de la Revolución Francesa o<br />

Rusa como si se trata de la sublevación del general Franco o del motín de<br />

Aranjuez. Pero es obvio que eso carece de sentido y sólo sirve para enmascarar<br />

la realidad, en contra del buen criterio de la gente común, que suele utilizar<br />

palabras muy distintas y variadas para referirse a los diferentes hechos que<br />

los simplificadores parecen ignorar. Basta recordar la riqueza del vocabulario<br />

que se emplea en este orden: revolución, rebelión, golpe de Estado, conjura,<br />

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