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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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Voltaire, y en ella se había cimentado su gloria. Era una tragedia asentada en<br />

normas clásicas, preocupada por el imperio del buen gusto, que despreciaba el<br />

“salvajismo ebrio “ de Shakespeare y su olvido de las reglas, cuidando la belleza<br />

de los versos, en medio de un decorado escénico que había sido realizado por<br />

la introducción de la ópera. Esas tragedias de Voltaire –Edipo, Alzira, Zulima,<br />

Manómet, Mérope, Semíramis, Tañeredo. Bruto, Zaira, Olimpia, Prestes,<br />

La muerte de César, y tantas otras– que llenaron de gozo y admiración a sus<br />

ilustres coetáneos, desde Federico el Grande a la marquesa de Pompadour,<br />

desde Vauvenarques a María Antonieta, significaban la expresión máxima de<br />

un teatro a extinguir después de su propio éxito. Voltaire, escribe Lanson,<br />

creyendo consolidar la tragedia, la ha condenado. Su obra sirve de transición<br />

al drama romántico (225).<br />

En España, desaparecido Calderón, la escena entró en una notoria decadencia.<br />

<strong>El</strong> teatro barroco sigue vivo en los comienzos del siglo xviii, al igual de<br />

otras manifestaciones artísticas que no deben ser consideradas como un mero<br />

epigonismo. La manía de querer segmentar la historia por siglos y estilos lleva<br />

a la necesaria identificación del siglo xviii con el neoclasicismo, cuando hay<br />

en él expresiones barrocas llenas de creatividad. ¿Se puede considerar obsoleto<br />

un arte barroco que en el siglo xviii produce la fachada del Obradoiro de<br />

Compostela o la sacristía de la Cartuja de Granada? (226). En el teatro, en<br />

cambio, las supervivencias barrocas de Cañizares, de Zamora, de Fernández<br />

de León, se mezclan con innovaciones bien recibidas por el público, que continúan<br />

la línea popular marcada por el Arte Nuevo, de Lope. A pesar del éxito,<br />

las nuevas directrices del neoclasicismo, representadas en la Poética de Luzán,<br />

y el despegue de la <strong>Corte</strong> hacia el teatro popular desembocaron en el apoyo<br />

de las luces a un teatro clasicista, imitado del francés, con escaso eco en el público.<br />

Se traducen algunas tragedias de Voltaire, entre ellas Zaire, que sirve de<br />

modelo para un teatro nacional, y Olavide facilitó la lectura y representación<br />

de varias obras francesas. Y es en ese ambiente hostil al teatro popular donde<br />

se producen los ataques a Ramón de la Cruz, que, sin embargo, es un ilustrado<br />

a su manera, que toma las costumbres y los caracteres de la vida real con<br />

intencionalidad crítica y a veces moralizadora.<br />

Paul Hazard comparó a Ramón de la Cruz con Goldoni, el gran renovador<br />

de la escena italiana, inmerso en un vértigo de representaciones y viajes de<br />

su compañía vagabunda, para la que tuvo que escribir continuas comedias<br />

sacadas de los mil avatares de la vida diaria, muchas veces silbadas y de vez en<br />

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