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LA METAMORFOSIS DE LA IDEOLOGÍA - El Corte Inglés

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que a veces responde a una creación continua de siglos y se manifiesta con<br />

una fuerza irresistible. Y así como la finalidad esencial inherente al espíritu<br />

del pueblo de Roma fue el engrandecimiento y la del pueblo lacerdemonio<br />

fue la guerra, el objetivo orientador del espíritu de Inglaterra es la libertad<br />

política. Este modelo inglés es el que Montesquieu adopta como forma típica<br />

ideal para su método de una ciencia política encaminada a la consecución y<br />

mantenimiento de la libertad. No se trata de que la realidad inglesa fuera, en<br />

la práctica, como la pinta Montesquieu. Se trata de que es un modelo, del cual<br />

Montesquieu eliminó los aspectos desfavorables, que, en cambio, descubrió<br />

el barón d’Holbach en su viaje a Inglaterra, desde el gran poder del clero y la<br />

opulencia aristocrática y burguesa a la miseria de los trabajadores de las manufacturas<br />

y a las cacicadas electorales.<br />

Ese modelo es el que va facilitar en Europa el despliegue del estado de Derecho,<br />

situando en el principio de la división de poderes el dogma básico de<br />

la democracia moderna.<br />

Las interminables discusiones, interpretaciones y críticas acerca de la teoría<br />

de la separación de poderes, con harta frecuencia tienen más que ver con posiciones<br />

ideológicas partidistas que con análisis académicos imparciales. Hace<br />

unas décadas, Louis Althusser, en un incisivo ensayo sobre Montesquieu, pensado<br />

para mostrar el “parti pris” del barón de la Bréde en favor de la nobleza,<br />

puso especial empeño en mostrar “el mito de la separación de poderes” (169).<br />

Althusser tiene razón en señalar que, diga lo que quiera Faguet, Montesquieu<br />

no creía en la República, porque el tiempo de las repúblicas, para el barón de<br />

la Bréde, pertenecía al pasado histórico. A juicio de Montesquieu, las repúblicas<br />

sólo se mantienen en Estados pequeños, mediante la virtud y la frugalidad,<br />

y la nuestra es la época de los Imperios grandes o pequeños, todos ellos inmersos<br />

en el despliegue del lujo y la riqueza. Quedan, pues, dos formas políticas<br />

posibles en nuestra época: el despotismo y la monarquía. Descartado también<br />

el despotismo como el sistema más aborrecible de gobierno, la única legitimidad<br />

corresponde a la monarquía, gobernada, mediante leyes fijas y promulgadas,<br />

con arreglo al principio del honor. Pero ocurre que Montesquieu, junto<br />

al gobierno por medio de leyes fundamentales, introduce también los poderes<br />

intermedios, de los cuales el “más natural” le parece el de la nobleza, auténtica<br />

inspiradora y depositaria del principio del honor. Tendríamos ya aquí una<br />

primera muestra de cómo Montesquieu arrima el ascua a su sardina; sin em-<br />

– 211 –

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